
El periodista Abel Guzmán entonces está vivo para contarlo, luego de sobrevivir a la tragedia en el Jet Set. Ahora, mientras se recupera de las heridas, cuenta lo que vivió ese martes 8 de abril pasado, tras derrumbarse el techo de la disco. Resultó herido, pero se está recuperando, y agradece las muestras de apoyo y solidaridad que ha recibido.
A continuación, el relato de su experiencia, titulado “El zapateo que fue una cita a ciegas con la crimen“, tal y como lo envía a los medios de comunicación:
“El lunes 7 de abril de 2025 acudí a la más catastrófica cita a ciegas con la crimen en la que Todopoderoso, por sus inconmensurables designios, permitió que continuara con nuevos aires mi encomienda de vida material.
Este incomparable y fatídico contrariedad del destino que derrumba el alma, es una mezcla insólita de agradecimiento por salir campeón de los escombros pero con la existencia rota en presencia de el sufrimiento de amigos, multitud llena de alegría sin importar la antigüedad, pero que no pueden contar la aterradora experiencia porque murieron aplastados por unos muros que fueron el hornacina de sus sueños.
Recibí la llamamiento de una amiga cuya autenticidad, bondad, alegría la llevaba a galantería de piel y en su sonrisa, una gran servidora humana, Nelsy Cruz, quien me dijo que estaría unos días en la ciudad y que iba esa indeterminación a disfrutar del concierto de Rubby Pérez en Jet Set.
Le dije que nos juntaríamos allá, pero luego de una reunión de trabajo que tenía en la indeterminación y que, como madrugo para profesar la comunicación en el Gobierno de la Mañana, me iría temprano.
De hecho, estaba en los minutos finales de mi presencia en la discoteca cuando me atrapó la tragedia.
Le llamé al salir de la reunión pasadas las 9:00 P. M. para juntarnos a posteriori de las 10 allá, y así fue.
Llegué primero, y como todo fue improvisado entré a apañarse mesa. Allí se inició el misterioso pernio del querubín de la crimen con el destino, pues me colocaron en un pequeño espacio, como una cueva, al fondo de la pista de zapateo donde hay algunas 6 mesas pegadas y por los lados del bar.
Minutos a posteriori salí a recibirla a la entrada de la discoteca, morapio con una amiga que más tarde fue heroína.
Cuando entramos y fui a apañarse la mesa, me encontré con que sentaron a unas personas a pesar de ver mi trago y dijeron “ahí caben, hay más espacio”, pero preferí ir a apañarse una brecha en el radio que siempre me siento cada diciembre en la fiesta de “La Peña por un Mejor País”, montón heterogéneo de WhatsApp que une a diferentes sectores.
El radio era frente a la tarima, entre las filas del centro a cercana distancia del cómico. Pero la estancia fue breve porque se nos dijo que ya estaban todas reservadas.
El camarero nos ubicó en el extremo derecho cerca de la salida de emergencia y me molesté porque no era la categoría de VIP pagada a mi entender. Pero me dijo poco que lapidó el destino: era la última mesa habitable.
Pasado el periplo por el centro del espectáculo, bailamos y compartimos con amigos para ir entrando en bullicio y “soltando el bienhechor” en lo que subía el cómico.
Eduardo Guarionex Fortuna, quien siempre me distinguía con su aprecio, fue a saludarme cuando estaba en la segunda mesa. Hablamos de temas públicos y personales, varias veces lo abordé porque al salir y entrar de la pista él estaba sentado en una cantón estratégica.
En la pista, coincidimos un par de veces con el buen amigo y exsenador de San Cristóbal, Franklin Rodríguez, quien disfrutaba como nadie en ese carretera de luces, y con quien bromeé en lo que pudo acaecer sido nuestro final zapateo.
Rubby Pérez subió a cuadro con una notoria echarpe rosada que llamó nuestra atención “por el frío”. Creo que inició con el éxito “Tú vas a huir”.
Pero yo estuve a la caza de mis canciones preferidas para invitar a mi estimada compañera de fiesta a cabriolar: Hipocresía, Volveré, Fiesta para dos y otras que faltaron.
En los minutos finales previo a la tragedia, conversaba por mensaje de texto con mi gran amigo Héctor Acosta “El Torito”, de que nos juntaríamos en Jet Set en su regreso triunfal a los escenarios porque tenía pautada su fiesta para el 30 de junio, le había mandado un video.
El azar lanzaba sus cartas, habíamos decidido cabriolar el final merengue al banda de la mesa porque la pista estaba llena.
Le había comentado a Nelsy, minutos antiguamente, que esa discoteca ya había que remodelarla. Era su primera vez allí.
El derrumbe horrible
Sentado, celular en la mesa y mirando en torno a la tarima pude ver el primer desprendimiento repentino y supe que todo se derrumbaría.
El instinto me hizo moverme en microsegundos en torno a la derecha en sentido contrario al epicentro del desastre, que finalmente me atrapó.
Me di cuenta que estaba vivo pero tenía perfectamente molido el hombro y la pierna izquierda presionada por los bloques de cemento caídos.
Pensé en dónde estaba Nelsy, miré y la vi cerca a mi derecha incluso atrapada por la medio de su cuerpo en los muros, me consoló verla viva y que me vio y dijo “ay Abel”.
Le dije que aguantara hasta que nos rescataran.
Abrumado por el infernal decorado del polvo y los gritos desesperados de los que quedaron sepultados entre los escombros, pude soltarse mi pie izquierdo de entre los muros que lo aprisionaban dejando el zapato.
Sin fuerzas casi para respirar por los golpes en los pulmones y el tripa, pedí a un camarero que estaba debajo del techo de la salida de emergencia frente a mí que me halara por el bienhechor derecho para poder salir. Así lo hizo.
Pude sentarme en una arnés y le dije al camarero que ella era la gobernadora de Montecristi, que buscara ayuda para sacarla de donde estaba aprisionada.
Ayer, la novicio que estaba en la mesa con nosotros salió milagrosamente de mi banda izquierdo de entre los muros con una fuerza asombrosa preguntándome si estaba perfectamente, fue donde Nelsy y de inmediato buscó la ayuda de su chofer y otro hombre a quienes llamó por el celular.
Movieron los pedazos de tapia, yo me paré y me uní a ayudarlos con mi bienhechor derecho en el momento en que la estaban halando para sacarla, pero resbalamos y nos caímos todos al deslizarse un derribo. “Salgan que esto se seguirá cayendo”, dijo cierto.
La sacaron por la salida frente a la periodo de combustibles, en lo que rapidísimo buscaron su yipeta, la montaron en los asientos de antes y se la llevaron.
Me quedé sentado exhausto en la bordillo en paciencia de poderme detener e ir al transporte para salir a alguna clínica. A mi banda, una mujer gritaba casi convulsa que tenía todo roto; que cierto la llevara. Un hombre pasó grabando con el celular en oficio de ayudar.
Llamé a un anciano que vi caminando repentinamente como guindola para que me ayudara a encaramar, pero cuando afinqué el pie izquierdo me di cuenta que lo tenía roto y no podía caminar solo por el dolor ahí, en el hombro y las costillas fracturadas.
Un policía me vio en la calamitosa caminata y me sostuvo hasta ayudarme a salir a una ambulancia del 911.
Desesperado por el dolor, pedía que me llevaran a un centro pero el camillero insistió en que había que esperar a otro herido para rendir los viajes.
La novicio que estaba de paramédico me consolaba, vio mis heridas, me tomó los datos y me recomendó ir a una clínica que tuviera tomografía y rayos x las 24 horas, correcto a mis fracturas.
Acepté su sugerencia de la Clínica Abreu, y minutos a posteriori trajeron a la ambulancia a un señor con problemas en una pierna, quien incluso aceptó irnos al mismo centro clínico ya que teníamos nuestros seguros y tarjetas de crédito.
Fue un alucinación generoso, corto y el más tortuoso a la vez por los movimientos y prontitud del transporte en presencia de la situación.
Emergencia de la honor
Fui perfectamente recibido en la emergencia por el experto cirujano Dr. Mayor Domínguez, con la calma que da la experiencia me dijo: “Comando, ¿qué le pasó? Tranquilo”, procediendo a erradicar mis heridas en la cara y suturarme hasta adentro de la boca.
Tuve una intensa lucha con el dolor en la sala de emergencia mientras esperaba que me llevaran los camilleros a hacerme los estudios cargándome en la sabana.
Una dulce novicio médico, Katherine Acosta, y otras muy profesionales, me atendió con mucha paciencia mientras yo intentaba rememorar números telefónicos de mis familiares y amigos hasta buscándolos en Google y las redes sociales, para que ella los llamara.
Había desidioso el celular en la desgracia, aprendí de los consejos en los aviones a olvidar todo lo material y preservar la vida.
El mensaje divino fue claro: el viernes un oficial llevó mi celular limpio a mi amigo y hermano Juan Reyes, luego de quitárselo a un “buzo” que lo tomó de una pala mecánica que recogió escombros en las ruinas del Jet Set. Yo le había puesto un cerco y mensaje para gustar en caso de encontrarlo.
En la emergencia, pasadas las tres de la alborada, todos los teléfonos a los que llamamos estaban apagados hasta que recordé el de mi tía Yohanny Then, quien de inmediato respondió y acudió.
Lo que morapio en lo delante fue una inmensa muestra de solidaridad, apego y apoyo de cientos de amigos, conocidos, desconocidos que nunca pensé que estarían tan preocupados por mi existencia.
Un desfile de visitas de familiares, amigos, llamadas y mensajes por redes sociales hasta de compañeros de primaria y bachillerato me dieron la fuerza para drenar con apego parte de ese gran dolor auténtico que corrió con las lágrimas.
Mi hermana Lissette, mis tíos Yohanny y Reynaldo Then, mi amigo Juan Reyes y su esposa la doctora Keila Acosta estuvieron en la vanguardia de la emergencia hasta que llegaron mis padres, Rafael y Minerva, desde San Francisco de Macorís.
El mensaje y la encomienda personal que me deja esta experiencia los trataré de descifrar en los días que me queden por la benevolencia divina en este plano, pero hoy sin dudas mi corazón rebosa de agradecimiento a Todopoderoso y a quienes me han mostrado ese cariño oculto que me tenían.
El mensaje para todos es que el cariño es para usarlo ahora en la vida en oficio de dejar que reine el odio y la lontananza entre nosotros, los momentos son para compartirlos por ocasiones especiales, servir a los demás, sembrar apego y solidaridad porque es lo que verdaderamente queda de tu vida más allá de los bancos, posesiones materiales o supuesta superioridad en presencia de los demás.
Según la “oportunidad”
Este es mi segundo “chance”. Ya el 3 de septiembre de 2009 estuve atrapado por unas horas en los brazos tenebrosos de la parca, víctima de un atraco por cuatro individuos armados para robar mi carro la indeterminación de ese jueves en mi ciudad originario, San Francisco de Macorís. Yo terminé dando gracias a la vida por retornar a emanar luego de ser atrevido por un despeñadero de una zona apache de la autopista Duarte, entre Santiago y La Vega, pasadas las 11 de la indeterminación.
Mientras tanto, entre las canciones de Rubby Pérez y las dantescas escenas que se repiten como relámpago en mi mente, seguiré luchando para aventajar el duelo por las víctimas y el disparatado hecho de esta injustificable tragedia”.
Fuente: N DIGITAL