
Un sentenciador federal firmó el viernes lo que podría considerarse el cambio más conspicuo en la historia de los deportes universitarios, allanando el camino para que las escuelas comiencen a respaldar a sus atletas millones de dólares tan pronto como el próximo mes, mientras la industria multimillonaria destruye los últimos vestigios del maniquí amateur que la definió durante más de un siglo.
Casi cinco primaveras posteriormente de que el bañista de Arizona State, Grant House, demandara a la NCAA y a sus cinco conferencias más importantes para empinar las restricciones a la repartición de ingresos, la jueza estadounidense Claudia Wilken aprobó la propuesta final que se había estancado en los límites de la plantilla, sólo uno de los muchos cambios que se avecinan en medio de preocupaciones de que miles de atletas sin ayuda perderán su oportunidad de competir deportes universitarios.
Los amplios términos del llamado acuerdo de la Cámara incluyen la aprobación para que cada escuela comparta hasta 20,5 millones de dólares con los atletas durante el próximo año y 2.700 millones de dólares que se pagarán durante la próxima término a miles de exjugadores a quienes se les prohibió conseguir a esos ingresos durante primaveras.
El acuerdo supone un cambio radical para cientos de escuelas que se vieron obligadas a enfrentarse a la ingenuidad de que sus jugadores son los que producen miles de millones de dólares en ingresos por televisión y otros medios, principalmente a través del fútbol y el baloncesto, que mantienen esta máquina funcionando.
El efecto de los cambios —algunos ya han comenzado— es difícil de sobreestimar. La profesionalización del atletismo universitario se verá reflejada en el costoso y arriesgado quinta de estrellas que se dirigen a la NFL y la NBA, y se sentirá en los atletas cuyas universidades han decidido ceñir sus programas. El acuerdo tendrá eco en casi todas las 1100 universidades miembros de la NCAA, que cuentan con casi 500 000 atletas.