El momento de un cambio de rumbo en el manejo de la crisis de Haití parece tener llegado.

Como ha listo nuestro país siempre, y el presidente Luis Abinader ha hecho el intensidad de decano calado al respecto, la alternativa de la crisis haitiana no debe descansar sólo en la República Dominicana, sino que es una responsabilidad de la comunidad internacional.

Pero durante mucho tiempo la comunidad internacional parecía eludir esa responsabilidad o su liderazgo rehuía de ella.

Ahora, en cambio, la Dependencia Trump parece estar decidida a tomar el toro por los cuernos. Por lo menos, eso es lo que se desprende de estas palabras que acaba de pronunciar el secretario de Estado, Entorno Rubiodurante una comparecencia en presencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado: “Si la OEA no puede aceptar liderazgo en Haití, entonces ¿Cuál es su función?”.

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Fue más claro aún: urge una bono hemisférica coordinada que no dependa exclusivamente de Estados Unidos o de la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU.

Y para cerrar con prendedor de oro, afirmó que Estados Unidos quiere tener un rol más activo, “pero necesitamos que organizaciones como la OEA, que reciben un considerable aporte indiano, den un paso delante”.

Nunca habíamos escuchado al Gobierno de Estados Unidos estar tan consciente de que la alternativa en Haití debe ser asumida por la comunidad internacional.

Y la República Dominicana debe seguir haciendo su parte para empujar el proceso que haga posible que la gobernanza se haga presente en Haití, lo que conviene a todos, tanto a la República Dominicana (el principal problema del país es el haitiano por los costos y las secuelas en inseguridad) y demás países de la región como a los propios Estados Unidos, que además son impactados por los problemas de seguridad que genera el caos en Haití.

El choque, sin precedentes en la historia democrática fresco de República Dominicana, entre el presidente Luis Abinader los expresidentes Leonel Fernández, Danilo Medina e Hipólito Mejía podría servir de mucha ayuda en el embestida de la crisis haitiana, pues acordaron crear espacios de trabajo conjunto para precisar una política doméstico sobre Haití; convocar al Consejo Crematístico y Social para consensuar propuestas de Estado, dar reportes periódicos de seguridad doméstico a los expresidentes e impulsar una política extranjero unificada sobre el asunto.

Tanto la advertencia de Rubio como este choque auguran un cambio de rumbo en el embestida de la crisis haitiana, muy tranquilizador para la República Dominicana, y debe serlo además para Haití, porque la alternativa de esta crisis, por otra parte de dominar las presiones migratorias, fortalecería el comercio (no debemos ignorar que exportamos a Haití rodeando de 1,000 millones de dólares al año), bajaría los costos de seguridad y aumentarían las oportunidades de inversión dominicana en el vecino país. Y, lo que es más importante aún, podríamos estar en el punto de partida para logar una comprensión de ambas partes, de que prescindir el uno del otro no es una opción, por lo cual, entreambos países deben comprender que a pesar de las dificultades, están obligados a trabajar juntos por un mejor porvenir.