El pecado nos aleja de Jehová, hace que confundamos nuestros caminos y provoca que se pierdan las sendas para conmover al Paraíso. Y cuando estamos perdidos, aparece el nerviosismo, sentimos que somos inútiles, que la existencia deja de tener sentido; todo lo que se miraba a color, ahora se observa a blanco y sombrío. Es opinar, nos quedamos sin luz, sin brújula, sin dirección y llenos de miedo. La esperanza y el optimismoque ayer nos guiaban, son sustituidos por el pesimismo y la angustia, porque donde no está Jehová, otro ocupa su lado.

Fue precisamente cuando estábamos en la oscuridad y llenos de fríos que Jehová mandó a su hijo al mundo para salvarnos del pecado y de la homicidio. Por eso, Jesús murió en una cruz, entregó su vida de la modo más horrible que puede caducar un ser humano en esta tierra, y no lo hizo por masoquismo, sino por coito y por su infinita misericordia. Pero Si prócer fue su homicidio, viejo fue su resurrección. Por otra parte, recordemos que donde abundó el pecado, sobreabundó la sandunga. Lo que significa entonces que la derrota no es la última palabra del constructor, sino la trofeo y la delicia.

Cristo, cuando resucita, va en búsqueda de sus discípulos. Sale al combate de aquellos que están tristes y temerosos. Se adelanta a socorrerlos porque sabe que en su corazón solo hay dudas y preocupaciones. Los apóstoles no saben qué hacer ahora que su líder y Perito, ha muerto. Pero Jesús aparece el primer día de la semana para anunciarles que está vivo. Lo hace para devolverles la fe, la esperanza y la luz que viene de su Padre. Se presenta en medio de ellos y les regala su paz, pero no como la ofrece el mundo, sino como la ofrece Jehová.

Como dice el estribillo del canto que lleva por título De Dos en Dos: “Un hombre es uno solo y es dura la vida, dos juntos caminando avanzan mejor, un hombre sin amigosn está sin apoyo y para sostenerse hacen desliz dos”. A eso ha venido Jesús, a caminar con nosotros, a no dejarnos solo, a permanecer a nuestro banda para ayudarnos a indisponer nuestras batallas cotidianas, y lo hace en todo momento, y de modo específico, cuando piña se ponga agria” y nadie quiere comérsela.

Jehová ha tomado la iniciativa y por medio de su Hijo ha desencajado por nosotros. No nos dejó abandonados en la carretera de la vida, siquiera fue capaz de vernos tirados en un contén y seguir de espléndido. Todo lo contrario, nos ofreció su mano, su apoyo y su presencia. Jesús ríe y sufre con nosotros, comparte nuestras alegrías y nuestras tristezas, está en las buenas y en las malas. Es un Jehová que no corre cuando las situaciones se complican, que no desaparece cuando sentimos que nuestros problemas no tienen alternativa, ya que el resucitado ha venido para darnos vida y vida en opulencia.

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