América Latina es en cierta forma un conjunto de territorios, y cada uno de ellos ha formado parte de mi vida. Sin duda, yo tengo una gran relación con la región, que se ha donado por interés propio. Yo me he sentido muy partícipe de su historia. Han ocurrido tantas cosas aquí que me habría sido ficticio sobrevenir por ella de otra forma.

El cariño de la clan me ha hecho percibir parte y mi curiosidad, partícipe. Me ha tocado compartir tiempos efectivamente extraordinarios, bellísimos y tiempos, como diría Mario Vargas Llosa, muy recios, muy difíciles, en los que he experimentado pérdidas personales cercanas, desapariciones de amigos que de un día a otro dejamos de ver, de entender de ellos, y que aún hoy no sabemos a ciencia cierta de qué forma concreta desaparecieron. En fin, mi vida está hecha de retazos de América Latina, porque he dejado retazos de mi vida en cada una de estas experiencias.

Uno de esos momentos recios fue tu extrañamiento en México en 1975, donde te quedaste luego de que el gobierno de Franco dictara una orden de búsqueda y captura en tu contra. Si cierras los fanales, ¿cómo ves a ese hombre que no podía retornar a España?

Era un hombre triste que procuraba divertirse todo lo que podía.
Tenía una tristeza del extrañamiento que me acompañaba por más que mantuviera la ilusión y el espíritu en suspensión, y tuviera la certeza de que esto se acababa, que no duraba más de cuatro días. Me era muy difícil desprenderme de ella y me hizo muy difícil la escritura.

Si tú me preguntas cuándo escribí una canción, puedo más o menos entender la época, pero no tengo nunca la certeza. La única certeza que sí tengo es que yo en aquellos abriles no escribí absolutamente nadie. Lo intenté, sí, pero lo que aparecía era muy seco, muy triste.

¿Te acuerdas de qué te salió cuando volviste a España posteriormente de estar ese tiempo sin escribir en México?

Sí, lo primero que quise fue trabajar en un disco con poemas de Joan Salvat Papasseit, que era un poeta maravilloso, muy cercano a mí, no tanto por el habla, sino por el intramuros.

Y posteriormente ya inmediatamente vinieron otros discos. Fue una época muy productiva.
Piensa asimismo que cuando yo regreso a España la vida florece por todos los lados. Franco ha muerto y la emancipación sube por los quioscos, las calles, los teatros, y se derrumba la ético franquista católica que teníamos allí. La clan empezaba a existir una vida más independiente, más descarada, y los movimientos artísticos asimismo florecieron mucho. Había mucha espuma y mucho fuego para poner la olla.

Me imagino que tienes muchos hitos en América Latina. A mí personalmente, porque lo viví, se me viene a la capital cuando volviste a Pimiento en 1990 tras el regreso de la democracia y cantaste «Retornar a los 17» en el Estadio Doméstico. Fue un momento muy emocionante para el país, para el notorio.

¿Cómo lo viviste tú?

Para mí fue tremendo. Primero porque hacía poco más de un año que había intentado entrar a Pimiento cuando fue el plebiscito de 1988. Y no me dejaron entrar. Me tuvieron retenido durante un tiempo y me devolvieron a España. Iba con una delegación muy amplia de clan española, incluidos políticos, y curiosamente a mí fue el único que me retuvieron.

Luego, cuando volví, Patricio Aylwin ya había asumido, y eran otras las circunstancias, aunque todavía había presos políticos. Yo estuve visitando clan en las cárceles que no tardaron mucho en salir, pero que todavía estaban ahí.

Y debo confesar que el animación que se respiraba en normal era de un gran temor al gobierno marcial, porque mis propios amigos y compañeros, cuando conversábamos en espacios abiertos, hablaban con mucha precaución de las cosas. Y debo confesar que el animación que se respiraba en normal era de un gran temor al gobierno marcial, porque mis propios amigos y compañeros, cuando conversábamos en espacios abiertos, hablaban con mucha precaución de las cosas.

¿Y Violado Parra y «Retornar a los 17»?

¡Ah! La Negra… Yo tengo unos personajes que pueden ser muy curiosos, pero forman parte de mi educación profunda sentimental con América Latina: Violado, Yupanqui, Gardel. Pero el único disco impávido que hiciste de un poeta hispanoamericano fue de Mario Benedetti.

¿Por qué Benedetti?

Porque le tengo mucho cariño. Y hablo en presente porque lo tengo siempre presente.
Benedetti es uno de los poetas más cantables que yo he conocido, y uno de a los que más le gustaba que le cantaran las canciones.

Fíjate que se han hecho barbaridades con Benedetti, como con muchos poetas musicados, pero a él nunca le importó nadie, nunca discutía. Él, como Miguel Hernández, decía que la poesía es una canción que debe salir soplada por los poros. Y era muy agradecido con quien le musicaba poemas. Creo que de todos, Mario fue el poeta que más promocionó la poesía cantada. Les gustará más a unos que a otros, pero así es. O sea, fue por eso, pero asimismo y sobre todo, porque estaba en España, y podía conversar con él y contestaba rápidamente a las propuestas.

Era muy consciente de que no es lo mismo la pagaré de un poema que la de una canción, y que en muchos casos es necesario, si quieres ajustar adecuadamente ambas cosas, que el poeta sea muy tolerante. Como yo nomás había musicado poetas difuntos, no tuve nunca la posibilidad de poder conversar con ellos para tratar de modificar nadie, para entender qué habrían pensado (Antonio) Machado o Hernández, por ejemplo. Así que nunca modifiqué nadie.

En cambio, ahora que tenía al poeta vivo, sí agradecí que nos viéramos constantemente.
Hace casi dos abriles y medio que hiciste tu última excursión, «El vicio de cantar», pero no has parado.

Estás recibiendo premios, viajando, participando en charlas, en eventos. Al final, más que un retiro se podría asegurar que hubo una transformación de Serrat, ¿no?

¡Ah! Es que el vicio de cantar está hasta sus últimas consecuencias en uno, pero ahora lo reservo solo para ocasiones en las que coincidan muchas cosas. No tengo un método, pero sea lo que haya hecho no me ha ido mal. Encima, porque no he esperado a tener 80 abriles para entender que todo pasa muy deprisa y que hoy eres fuego y mañana olvido.