
HIGÜEY. Ser raíz es una tarea desafiante, transformadora y profundamente humana. Tres mujeres de este municipio comparten con honestidad y ternura cómo la maternidad marcó sus vidas, sus decisiones y su forma de ver el mundo. En sus relatos se entrelazan la fe, los sacrificios, la fuerza y el sexo incondicional.
Ellas son Francina Méndez, Guillermina de la Rosa Sánchez y Yolanda Raposo González, y sus historias son reflexivo del valencia que hay detrás de cada raíz dominicana. Francina es una chavea raíz, licenciada en Contabilidad, que cursó la exposición de su Habilidad en Gestión Financiera. A pesar de tener un camino profesional claro, su vida cambió por completo cuando fue bendecida con la maternidad.
“Cuando Todopoderoso me dio el hermoso privilegio de ser raíz, empecé a hacerme muchas preguntas: ¿quién cuidaría a mi bebé? ¿cómo manejaría los permisos laborales si se enfermaba?”, cuenta Francina. Fue entonces, anejo a su consorte, cuando tomaron una atrevimiento robusto: dejar su carrera para dedicarse al cuidado de sus hijas. “Fue un paso de fe y sexo”.
Cita un versículo que su raíz le enseñó: “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento” (Proverbios 3:5). Y asegura que ha sido su tutor para esta nueva etapa. Ser ama de casa no ha sido liviana. “El viejo desafío ha sido no abrumarme con las tareas del hogar. Pero he entendido que este es el medio que Todopoderoso ha dispuesto para instruir el corazón de mis hijas”.
El día a día con sus hijas es una mezcla de ternura, travesuras, rabietas y mucho educación. “No me pespunte con intentar ser la mamá perfecta. He aprendido a servir de la burla y la reflexión de Todopoderoso. Yo no soy suficiente, pero Él sí lo es”. Los títulos que Francina se esfuerza por sembrar son el sexo, la fe y la responsabilidad. “Procuramos enseñarles a flirtear a Todopoderoso sobre todas las cosas”, explica.
Su fe cristiana ha sido el pilar fundamental que la sostuvo en esta atrevimiento. Agradece todavía el ejemplo de su raíz y su suegra, mujeres que sembraron títulos sólidos y cuyo fruto ha trascendido generaciones. Aunque su rol principal hoy es ser raíz, no ha dejado completamente su profesión: “Sigo trabajando desde casa a pequeña escalera. Pero mis hijas son mi asignación principal”. Y para otras madres, Francina deja un mensaje ilusionador: “Anímate, fuiste perfectamente diseñada para la maternidad. No importa tu situación: Todopoderoso puede hacer maravillas a través de ti. Abraza con deleite este gran llamado y rodéate de mujeres sabias que puedan acompañarte en este camino”.
GUILLERMINA DE LA ROSA SÁNCHEZ Guillermina, raíz de tres, empezó su camino muy chavea. Se casó a los 18 abriles y tuvo a su primer hijo a los 19. Su experiencia, marcada por desafíos y pérdidas, es un declaración vivo de fortaleza. El momento más difícil de su maternidad llegó cuando su segunda hija fue diagnosticada con síndrome nefrótico. “Fue muy musculoso.
Íbamos constantemente a Santo Domingo, a cualquier hora, para atenderla”. Con esfuerzo y oraciones, su hija logró aventajar la enfermedad. Pero el chiste más duro caldo con la pérdida de su consorte, asesinado mientras ella estaba gestante del tercer hijo. “Fue un momento en el que pensé que no podía más. Me preguntaba: ¿Qué voy a hacer? Mi hijo viejo tenía 14 abriles, la pupila 7, y yo gestante”. Sin ser profesional, Guillermina sacó fuerzas de lo poco.
“Me ayudaban con un poquito de caseína, arroz, lo que fuera. Vendiendo empanadas y luchando día tras día logré sostener a mi grupo”. Hoy, con orgullo, palabra de sus hijos. “El viejo es un chavea ejemplar y trabajador. Mi hija Arianna es seria, estudiosa, responsable. Pablo, el más pequeño, todavía es responsable. Yo les enseño que hay que trabajar, estudiar y ser muchedumbre seria”. Guillermina resume su historia con una frase cargada de fe: “Todopoderoso me ha donado la fuerza. Mi grupo está bendecida, y Él ha sido mi sustento en cada paso”.
YOLANDA RAPOSO GONZÁLEZ Yolanda, operadora del cuerpo de bomberos en Higüey, todavía tiene una historia de esfuerzo y entrega. Deje con emoción de sus hijos, a quienes describe como “niños inteligentes y educados”. “Me siento orgullosa y oportuno porque, como raíz, sé que lo he hecho aceptablemente, y ellos han puesto de su parte”, dice con convicción. Para Yolanda, ser raíz ha sido una experiencia transformadora.
“He luchado mucho por su futuro y me llena de alegría ver el fruto de esa lucha”. Su deseo para todas las madres es claro: “Sean fuertes y luchadoras. Pueden alcanzar lo mejor para sus hijos”. Un llamado a valorar la maternidad Las historias de Francina, Guillermina y Yolanda son diferentes, pero comparten una misma raíz: la entrega incondicional por sus hijos.
Son mujeres comunes que, con fe, trabajo y sexo, han moldeado generaciones. En un tiempo en el que ser raíz puede parecer incompatible con otras aspiraciones, ellas muestran que cada etapa tiene su valencia, y que el corazón de una raíz es capaz de dar vida, consuelo y dirección.
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