Por qué no son nuestras estrellas?

Por Abril Peña

En lo que va de 2024 y 2025, estudiantes dominicanos han hecho historia. Han rebaño competencias de robótica en la NASA, se han coronado campeones en torneos de oratoria organizados por Harvard, han traído medallas de olimpiadas matemáticas, y han brillado en certámenes de codificación, ciencia y tecnología. Jóvenes como los del Círculo Felicia Javier Suárez en Samaná, que ganaron el Champion’s Award en la FIRST Inculto League, o Enmanuel Germosén y Emil Peralta, medallistas iberoamericanos en matemáticas, han elevado la bandera dominicana en escenarios donde pocas veces aparecemos.

Y sin bloqueo, no son virales.

No son trending topic. No hay miles de views, ni portadas emocionadas, ni contratos publicitarios, ni entrevistas de cháchara. Esos rostros, que debieran ser consejo y esperanza para toda una coexistentes, son ignorados o celebrados solo por un instante. Pasan rápido por la pantalla, mientras otros —ruidosos, superficiales o francamente antivalores— se convierten en aspiraciones nacionales.

¿Por qué?

Podemos culpar a los medios, pero sería demasiado casquivana. Los periodistas además comemos. Los medios además pagan retribución. Y muchas veces —y hablo desde adentro— se eligen contenidos con criterios comerciales. Pero lo verdaderamente serio es que esas decisiones responden a un comportamiento social previo: si las plataformas premian lo frívolo, lo vulgar, lo hueco, es porque hay audiencias masivas consumiéndolo. Porque los algoritmos no tienen pudoroso, pero sí reflejan lo que clicamos sin pensar.

Entonces, la pregunta va más allá:

¿Qué dice de nosotros como sociedad que un mozo que diseña un autómata para la NASA no genere ni la parte del interés que una pelea en OnlyFans?

¿Por qué nuestros niños quieren parecerse a un influencer que promueve estafas, y no a una ingeniera dominicana en Silicon Valley?

¿Por qué los referentes reales no tienen el mismo brillo?

¿Será que hemos perdido la capacidad de fascinar lo que no es espectáculo?

¿Será que asociamos el éxito con el escándalo, porque así nos han enseñado a valorarnos?

Este no es un llamado moralista. Es un llamado urgente a revisar el tipo de país que estamos construyendo. Porque si los mejores entre nosotros no se convierten en tendencia, estamos enviando un mensaje erróneo: que el mérito no vale la pena, que estudiar no tiene galardón, que destacar en ciencia, humanidades o ética es cosa de locos.

Y no lo es.

Son esos jóvenes los que nos recuerdan que la República Dominicana no es solo caos, ni crimen, ni desorden. Que además es talento, disciplina y potencial. Pero si no los aplaudimos, si no los convertimos en narración, si no los elevamos como sociedad, habremos desperdiciado no solo sus triunfos, sino la oportunidad de cambiarnos a nosotros mismos.

Aún estamos a tiempo.











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