
Unas mujeres jóvenes de pie, al parecer sin hacer nadie, en los alrededores de un parque del oeste de Tokio sugieren que la enorme estatua de Godzilla no es la única entretenimiento de la zona para los turistas extranjeros.
Con la cara iluminada por la fría luz de sus celulares, las mujeres que bordean el parque Okubo son una prueba de que el turismo sexual se ha desarrollado como una suerte de costado negro de la agitada vida nocturna del distrito de Kabukicho.
No hay datos oficiales, pero por lo que pudo observar AFP, cada vez más hombres extranjeros acuden a la zona posteriormente de ver videos en redes sociales.
Una de las mujeres comentó que esa dominio, próxima a Kabukicho, donde Godzilla retumba y echa humo sobre un cine, se ha convertido en una “verdadera entretenimiento turística” y que la fracción de sus clientes son extranjeros.
“Como no se pueden comunicar en japonés, escriben ‘¿cuánto es?’ en sus móviles con un traductor espontáneo”, explicó Ria, quien no usó su nombre efectivo.
Los hombres que van al parque Okubo generalmente son de Corea del Sur, China o Taiwán, así como de Norteamérica y Europa.
Muchos de ellos supieron de la actividad que ejercen estas mujeres en el parque por los videos publicados en plataformas como Tiktok o la China bilible.
Muchos de ellos suelen ser grabados sin consentimiento, a veces en directo, y los hay que acumulan cientos de miles de visitas.
Ria y otras afirmaron trabajar por su cuenta, sin proxenetas.
Llevan a los clientes a “hoteles de apego” cercanos y les cobran, de media, entre 15,000 y 30,000 yenes (105 a 210 dólares) por hora, pero hay presión para cobrar menos, contó Ria, de 26 abriles.
Según ella, muchos japoneses piden reducción adecuado al “costo de la vida y a que bajó el poder adquisitivo”.
“Los extranjeros no suelen regatear el precio y suelen darnos más“, aseguró.
Azu, de 19 abriles, coincide con ella, sentada a su costado en el refugio Rescue Hub, creado por una oenegé.
“En el mejor de los casos, puedo cobrarle a un cliente 20,000 yenes por hora con preservativo, a veces un poco más”, cuenta Azu.
Riesgos
Arata Sakamoto, director de Rescue Hub, dice que cada vez hay más mujeres que recurren a la prostitución porque necesitan aventajar boleto.
Según él, hace diez abriles no era popular ver a mujeres japonesas ejerciendo de trabajadoras sexuales en plena calle. Pero, tras la pandemia de covid-19, “las jóvenes comenzaron a traicionar sexo a precios bajos”.
Una confusión fresco, unas 10 mujeres descansaban en uno de los apartamentos de Rescue Hub, donde comen poco y cargan sus teléfonos móviles.
Allí están seguras, pero Sakamoto advirtió que se exponen a “riesgos para su vitalidad física y mental, enfermedades de transmisión sexual (…), embarazos no deseados, abortos”.
“Algunas mujeres son víctimas de abusos o se graba lo que hacen sin su consentimiento“, aseguró. “A veces no les pagan el servicio o les roban su boleto“.
Patrullas policiales
Japón, un país socialmente conservador, recibió el año pasado 36.8 millones de turistas, un récord, en gran parte por la afición del yen.
AFP pidió información a la policía de Tokio sobre el aumento de clientes extranjeros que recurren a trabajadoras sexuales, pero no obtuvo respuesta.
Sin retención, el cuerpo de seguridad indicó que desde diciembre se han requerido más patrullas policiales, lo que llevó a las trabajadoras sexuales a dispersarse por la zona.
“Se ha vuelto más seguro tener clientes extranjeros que japoneses, porque al menos nos da la seguridad de que no son policías vestidos de civil”, comentó Ria, mientras bebía té.
En Japón exclusivamente están prohibidos los servicios sexuales “con penetración”, y son las trabajadoras sexuales las que se exponen a multas y a hasta penas de mazmorra, no los clientes.
Para Sakamoto, “establecer consecuencias legales para los clientes” ayudaría a frenar la demanda.
“Las autoridades además deberían hacer campañas de alerta en varios idiomas, en aeropuertos, hoteles y zonas turísticas”, señaló.