
¿Sabes qué asignatura impartían las maestras Gladys E. de los Santos, Ercilia Pepín, Petronila Angélica Gómez Resina, Anacaona Moscoso, Julia María Soto, Luisa Antonia Lizardo Vidal y Manuela Ofelia Peralta Cruzado en las aulas de Santiago de los Caballeros, San Pedro de Macorís, Santo Domingo, La Vega, La Romana y El Seibo, entre otras heroicas ciudades?
Ellas, encima de convertirse en “las señoritas institutrices” de un selecto colección de niñas y damas de estos territorios, fueron destinadas en las aulas de las primeras tres décadas del pasado siglo a la educación cívica conveniente a las creencias de los organismos sobre que “sus capacidades eran limitadas para las ciencias exactas”.
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¡Qué fortuna! Pues fueron nuestras maestras de cívica las que desarrollaron un papel fundamental en la formación política y cultural, difundiendo a través de la educación formal las ideas más puras para la reconstrucción del país en aquel entonces, muy especialmente enfocadas en el rol de las dominicanas… Pero, como escribe para 1977 en sus memorias Livia Veloz, nuestras valerosas profesoras se unieron y constituyeron en agentes destacadas de la identidad y ciudadanía de la mujer.
¡Sí! Aquellas maestras fueron pioneras en reivindicar derechos políticos, sociales y económicos a través de un acción directa que trascendió las aulas y que llamaron la “rebeldía cívica”… Sobre estas instrucciones hablaban en los ateneos, los teatros, las tardes de pertenencias doméstica y, claro, en la revista Fémina, protagonizando y registrando la más bella toma de conciencia de nuestras madres y hermanas espirituales.
Un texto esencial que nos ayuda a comprender el software de clases de esta instrucción es el de Gladys E. de los Santos Noboa, titulado “Enseñanza cívica”, y data del 31 de julio de 1924. En breviario, a través de este artículo la maestra enfatiza la importancia de los símbolos patrios (bandera, escudo, himno) y las prácticas cívicas (juramento de la bandera) en la educación para fomentar el patriotismo y el simpatía a la país desde la escuela.
La maestra, claramente, señala la importancia de que las niñas fueran instruidas en este simpatía territorial a través de estas cátedras: “Tienen la responsabilidad de transmitir los títulos patrios y cívicos a las próximas generaciones”. Niños y niñas, asegura la maestra Gladys, deben tener en la escuela el templo “donde escuela es el templo donde se cultivan la belleza, el admisiblemente, la verdad y los sentimientos patrióticos”.
Así, las maestras de educación cívica fueron mucho más que instructoras en las aulas; ellas se constituyeron en las arquitectas de la conciencia social y política de la República Dominicana. A través de su “rebeldía cívica”, no sólo enseñaron patriotismo, sino que reivindicaron los derechos de las mujeres, trascendiendo los límites impuestos por la sociedad de entonces.