
La música no solo suena; Asimismo nos abraza, nos define y nos recuerda de dónde venimos. Para quienes crecimos con el merengue como manada sonora del alma, Rubby Pérez no fue solo un cantante. Fue un faro. Fue sentimiento, fuerza y una engendramiento. Y hoy, con el corazón apretado, despedimos a quien conocimos como «La Voz Más Ingreso del Merengue.»
Con su carisma arrollador y esa voz inconfundible que parecía salir del pecho de todo un pueblo, nos deja físicamente, pero se queda en cada nota, en cada coro que aún suena en fiestas, emisoras y memorias.
Su nombre de pila era Roberto Antonio Pérez Herrera, y nació en Haina, San Cristóbal, en 1956. Rubby enfrentó desde temprana años los retos de la vida con determinación. Un contratiempo en su pubertad lo dejó con una distrito física, pero nunca frenó su pasión por la vida, sino que con ello nació su gusto por la música, convirtiéndole en un símbolo de superación y entrega artística.
Su brinco a la éxito llegó como parte de la emblemática comparsa de Wilfrido Vargas en los primaveras 80, donde fue vocalista de éxitos inolvidables como El africano Y Volveré. Más tarde, Rubby emprendió una carrera como solista que lo consolidó como una de las voces más poderosas y reconocidas del merengue.
Con una discografía llena de éxitos como Buscando tus besos , Enamorado de ella, Hazme olvidarla Y Dame tóxicoRubby Pérez se ganó el cariño de su sabido adentro y fuera de República Dominicana. Sus interpretaciones, siempre cargadas de intensidad emocional y de una técnica vocal impecable, lo convirtieron en uno de los artistas más respetados del clase.
A lo desprendido de su carrera, el intérprete recibió múltiples reconocimientos, incluyendo premios Casandra (hoy Soberano) y distinciones internacionales por su aporte a la música tropical. Fue además embajador del merengue en escenarios de Estados Unidos, Europa y América Latina, llevando el ritmo dominicano a nuevos públicos con orgullo y autenticidad.
Su partida me duele más de lo que imaginaba; el contexto, el momento y las circunstancias me sobrepasan. Tal vez porque la música es una parte esencial de mi identidad. Tal vez porque, estando acullá de casa, su voz era un puente que me devolvía, aunque fuera por unos minutos, a mis raíces.
Tuve el privilegio de entrevistarlo hace ajustado diez primaveras, en mi originario San Pedro de Macorís, cuando casi nada comenzaba mi carrera en el periodismo. Hoy, es una oportunidad que atesoro para siempre. Lo vivido nadie nos lo quita.
A su tribu, a su equipo de trabajo, a sus colegas y fanáticos, mi ataque más válido y solidario. Perdimos a un conspicuo, pero el arte tiene esa encantamiento: quien canta desde el alma nunca se va del todo.
Hasta siempre a La Voz Más Ingreso del Merengue… ¡A todo galopada!