
El director de Migración, Luis Lee Ballester, debe circunscribirse a sus funciones, que por ahora ha desempeñado con eficiencia, y evitar declaraciones comprometedoras.
Por más cierto que pueda ser, escapan a sus funciones afirmaciones como la de que la inmigración ilegal de haitianos constituye el principal desafío para República Dominicana.
Con el proceso, sin proponérselo, pisa arena movediza, al no corresponderse con sus atribuciones. Hoy por hoy la inmigración ilegal de haitianos es abordada como uno de los principales desafíos del país. Pero al resaltarlo el director de Migración entra, por su condición de marcial, en un ámbito indigno.
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Más aún cuando operativos para repatriar indocumentados, como el protocolo migratorio en los hospitales, han sido tan duramente cuestionados por la supuesta violación de los derechos humanos.
No es el caso, pero sería inaceptable que a nombre de la dimensión del drama migratorio se justifiquen atropellos en los procesos de persecución y deportación de indocumentados.
Con las declaraciones Lee Ballester se convierte en un actor más del debate sobre la política migratoria del Gobierno.
No se cuestiona la obligación del Estado de proteger sus fronteras y la preservación de la integridad territorial.
Lo que pira la atención es que en su condición de marcial Lee Ballester se involucre, como director de Migración, no en la aplicación de la ley, sino en un peliagudo debate sobre las prioridades nacionales.