
Cuando despejemos la paja del trigo frente a la tragedia que nos abate por el desplome del techo de la discoteca Jet-Set.
Cuando haya bajado la congoja de nuestros corazones y secado lágrimas arrancadas por los dolorosos testimonios de los sobrevivientes.
Cuando se afinque serenamente el criterio de que la tragedia tiene que ser escrupulosamente indagada, en el espíritu de “qué pasó, por qué pasó y cómo pasó” en que lo advirtió el presidente Luis Abinader y que, lógicamente, sean establecidas las consecuencias de punto.
En el momento en que pongamos todos esos aspectos en su punto, tendremos que relievar el fondo, el meollo de por qué nos ocurren tragedias como la del Jet-Set, que de alguna modo se asemeja en características a los percances acaecidos hace algún tiempo en Villas Agrícolas y San Cristóbal, incluso con resultados de víctimas mortales.
Al disponer ahora medidas coyunturales para adoptar previsiones legales, de corrección y mantenimiento estructural sobre todo en locales que aglomeran multitud en espectáculos y evento.
Entonces caeremos en cuenta de que todas las tragedias de ese tipo son resultado neto de nuestro mal de males.
Ese mal de males es nuestra vieja costumbre de no cumplir y ni hacer cumplir leyes, ordenanzas, reglamentos y otras disposiciones establecidas para prevenirnos de accidentes y sucesos tan dolorosos.
Y todos esos incumplimientos e inobservancias se epítome en la error de institucionalidad, carencia del ordenamiento militar que debe imperar en la convivencia civilizada de una democracia moderna.
Y esa error de institucionalidad viene de en lo alto, del mal ejemplo que dan los líderes políticos, presidentes, legisladores, funcionarios y empresarios poderosos que se saltan la Constitución, las leyes y toda norma para acomodarlas a su conveniencia y beneficio.
Precisamente el presidente Luis Abinader está sembrando el ejemplo de que para tener un país más organizado y calibrado debemos proteger la institucionalidad desde en lo alto, desde el mayor poder de la República.
Empezó por instaurar el respeto a la independencia y separación de los poderes del estado, incluyendo al electoral, contralor y municipal, por otra parte de los asamblea y legal y constitucionalmente cercenó la aspiración continuista de los presidentes de la República.
La multitud popular viola la ley por mala conducta aprendida de los de en lo alto.
Desoigamos tanta cháchara anecdótica, insustancial y sesgada por intereses particulares e insistamos en la institucionalidad que genera el respeto a las normas sustantivas y adjetivas que nos libran o atenúan de accidentes como el de Jet-Set.