
El desplome ocurrido en el simbólico centro de entretenimiento Jet Set no solo dejó escombros físicos. Detrás de cada titular sensacionalista, de cada imagen filtrada sin contexto, hay vidas afectadas, familias desesperadas, y una sociedad que todavía no ha aprendido a comunicar con humanidad en medio de las catástrofes.
Lo ocurrido vuelve a encender una desasosiego que muchos han ignorado por abriles: la equivocación de un protocolo de comunicación para tragedias y desastres. ¿Quién informa? ¿Cómo se informa? ¿Cuándo y con qué fin? Estas preguntas no pueden seguir siendo improvisadas cuando hay vidas en bisagra y emociones a galantería de piel.
El desafío de comunicar lo incomunicable
Informar una catástrofe implica un nivel de sensibilidad, preparación y criterio que va más allá de ser el primero en anunciar. En momentos como estos, se mezclan la carestia de informar con la necesidad del clic. Y en ese cruce, muchas veces se pierde lo esencial: el respeto por la dignidad humana.
Los retos son múltiples: efectuar la información en medio del caos, evitar la desinformación y las informativo falsas que se esparcen como pólvora, manejar emocionalmente el contenido que se transmite, especialmente cuando hay víctimas visibles, proteger la privacidad de las familias afectadas y canalizar las emociones colectivas que genera cada imagen o revelación.
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Las universidades, los medios y nosotros
Este no es solo un problema de los periodistas. Es un asunto de país. Las universidades que forman a los comunicadores del mañana deben alentar urgentemente la enseñanza de ética periodística en situaciones de crisis. Los medios, por su parte, deben renovar sus códigos internos y formar a sus equipos para estas realidades. Y quienes consumimos información, debemos educarnos para entender que no todo lo que circula es verdad ni debe compartirse.
Es indispensable que instituciones como el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), la Sociedad Dominicana de Medios Digitales (SODOMEDI) y las Escuelas de Comunicación de nuestras universidades, trabajen juntas para construir un protocolo franquista de comunicación para catástrofes.
¿Qué debe contener este protocolo?
Un protocolo de esta naturaleza debe contemplar: líneas claras de acometividad de fuentes, guías para el tratamiento visual y narrativo de imágenes sensibles, procedimientos de contacto con las autoridades competentes, tiempos prudentes para anunciar nombres o detalles, capacitación en primeros auxilios emocionales para reporteros en campos, canales oficiales para actualizaciones verificadas.
¿Quién debe velar por su cumplimiento?
Este protocolo debe ser respaldado por el Estado, pero ejecutado y vigilado por una mesa técnica interinstitucional que incluya: representantes de medios tradicionales y digitales, escuelas de comunicación, psicólogos, sociólogos y expertos en gobierno de crisis, organismos como el COE, la Defensoría del Pueblo, INDOTEL, entre otros.
Reaccionar con responsabilidad
Hemos pasado cómo la clan asegura con dolor, angustia y hasta ira cuando ve las informativo. Las emociones se intensifican si el ser querido fue hallado con vida… o si ya no lo fue. El impacto psicológico de cómo se recibe la comunicación puede marcar a una persona de por vida.
Un estudio de la UNESCO sobre el impacto de los medios en catástrofe, publicado en el 2022, reveló que el 64% de las personas expuestas a informativo mal manejadas sobre tragedias experimentan ansiedad, insomnio o depresión. Esto no es un detalle pequeño.
¿Por qué urge crear el protocolo?
Por que cada minuto sin reglas deja espacio para el morbo, el pánico y la desinformación. Porque no podemos seguir aprendiendo a golpes. Porque cada vida importa. Y porque una sociedad que no comunica con ética, pierde su alma en cada tragedia.
Ya hilván de improvisar. Es hora de comportarse. El momento es ahora.