
Como maestrante de la carrera de Comunicación Estratégica y Relaciones Públicas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), perímetro San Francisco de Macorís, observo con nostalgia y profunda preocupación el daño que sufre hoy el examen comunicacional en nuestra sociedad. Pespunte con sintonizar cualquier canal restringido para ver cómo personas sin la más mínima preparación, algunas incluso sin dominio del idioma escrito, ocupan espacios televisivos que deberían ser utilizados con responsabilidad y profesionalismo.
La Ley 6132, sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, data del año 1962. Es evidente que en un contexto tolerante flamante y con los avances tecnológicos y comunicacionales actuales, dicha fuero necesita una reforma que garantice un firmeza entre la privilegio de expresión y el examen responsable de la comunicación. Por eso apoyo firmemente el esquema de reforma a la Ley Orgánica de Licencia de Expresión y Medios Audiovisuales.
No se negociación de imponer una “mordaza” a la prensa, como algunos han afirmado de forma ligera o por intereses particulares. Se negociación de ordenar un círculo que hoy es tierra fértil para la improvisación, la manipulación y, en muchos casos, la impunidad. La privilegio de expresión es un derecho constitucional, sí, pero como todo derecho, no es incondicional: está sujeto a límites éticos y legales.
Resulta intranquilizante ver cómo algunos programas de televisión son dirigidos por individuos vinculados a sectores del bajo mundo, que utilizan estas plataformas como escudos para proteger intereses oscuros o como trincheras para atacar a quienes representan títulos éticos. Muchos de estos llamados “comunicadores” no poseen formación profesional en el radio, pero ocupan micrófonos y cámaras gracias a conexiones y financiamientos turbios.
Es indignante que un novicio estudiante dedique abriles de su vida a formarse académicamente en Comunicación Social y luego tenga que servir de asistente o “segundo plano” de algún sin preparación, pero con los “contactos” necesarios para tener presencia mediática. ¿Hasta cuándo permitiremos que se pisotee el valía del conocimiento, la ética y la verdadera afición comunicacional?
Así como para dirigir un centro de sanidad se exige un título en medicina, así asimismo debería ser obligatorio que quien conduzca o dirija un software de televisión o radiodifusión cuente con una carrera en Comunicación. Esto garantizaría un intrascendente de rigor, ética y responsabilidad en la conducción de los medios.
Debemos alzar nuestras voces. Es hora de apoyar esta reforma que investigación profesionalizar el examen comunicacional, ordenar el ecosistema mediático y elevar la calidad del contenido que recibe la población. Como comunicadores, locutores y ciudadanos responsables, no podemos seguir siendo cómplices silenciosos de esta deformación del sublime oficio de informar.
Unidos somos más. La dignificación de la comunicación nos necesita a todos.
Lic. Juan Luis Sierra Difó
es abogado y maestrante en Comunicación Estratégica y Relaciones Públicas, UASD, Circuito San Francisco de Macorís
Miembro del Colegio Dominicano de Locutores (CNEPR) #23176