

PUERTO PRINCIPE.- Abril es un mes de gran significado para el pueblo de Haití, y en 2025 adquiere más relevancia al conmemorarse el bicentenario del otorgamiento de la independencia por Francia, que a los fanales de los historiadores es el autor de la pobreza en la indicación Perla de las Antillas.
Por Joel Michel Varona
Corresponsal principal en Haití
Tras una revuelta victoriosa de los esclavos, Haití proclamó su independencia el 1 de enero de 1804, y el rey de Francia Carlos X la aceptó solo el 17 de abril de 1825.
A cambio, el monarca impuso muchas condiciones, pero la más abusiva, y quizás en son de venganza étnico, fue una indemnización de 150 millones de francos-oro a los excolonos y propietarios de esclavos.
El 1 de enero de 1804, Jean-Jacques Dessalines declaró oficialmente la independencia de Haití, y la nación caribeña se convirtió en la primera nación fugado liderada por negros en todo el mundo.
La revolución hizo posible que Haití pasara de ser una plantación anegada en familia, vergajo y lloro a un símbolo poderoso de la lucha contra la opresión extranjera y la discriminación, al allanar el camino para la eliminación de la esclavitud en otras latitudes del planeta.
Este hito en la historia universal hizo que muchos territorios temieran a la idea de un sedición similar en sus propias demarcaciones coloniales, y automáticamente optaron por la política de aislamiento con respecto a Haití.
Estados Unidos, como era de suponer, estableció hasta el siglo XX un requisa comercial sobre Haití, una política con pertenencias negativos en la hacienda doméstica y permitió que la Perla de las Antillas fuera tratada como una amenaza en oficio de ser horizonte por lo que era: un país fugado e independiente.
POR LA INDEPENDENCIA Y LA IGUALDAD
Los escritores Jailson de Souza y Richemond Dacilien ayudan a comprender de guisa adecuada esta revolución al partir de dos cuestiones claves relacionadas con la invisibilidad de este hecho tan locuaz para las naciones de este hemisferio y el ulterior progreso crematístico de Haití.
Dichos autores -en su investigación publicada en la revista Periferias- aseguran que lo primero que debe hacerse es recordar la Revolución Haitiana, y no la francesa, como el hito fundacional de la indicación era contemporánea.
«El punto que más pasión la atención es que, a diferencia de las revoluciones francesa y estadounidense del siglo XVIII, la primera fue liderada por la burguesía y la segunda por colonos que mantuvieron intacta la estructura esclavista heredada de la colonización inglesa», aclaran los autores.
En cambio, la Revolución Haitiana fue el resultado de sangrientas revueltas de negros que abogaban por la exención, la igualdad y el derecho a la propiedad de tierras, señalan.
De acuerdo con los criterios de los estudiosos, la Revolución Francesa se limitó a beneficiar a una parte específica de la humanidad, la población blanca europea o de ascendencia europea, sin requisa, no fue así para los negros, que no escaparon de la tiranía establecida por la metrópolis aderezo.
La Revolución Haitiana -en opinión de los investigadores- alcanza su maduro destaque al inquirir materializar los ideales de los derechos humanos para toda la humanidad, pues combinó de guisa radical la aspiración republicana, la perspectiva democrática desde el punto de horizonte socioeconómico y político, el abolicionismo y el camino a la propiedad de la tierra.
GRAN IMPACTO
Este proceso histórico trató en toda su dimensión de dar un viraje social traumatizado por el antirracismo, el antiesclavismo y el anticolonialismo.
La naturaleza sin precedentes de la Revolución Haitiana puso a prueba a su pueblo, que debió construir un Estado-Nación sin ninguna experiencia política previa en un distrito diseñado para el dominio de París.
Haití tuvo que soportar la presión externa nacida de su episodio, pues como nación logró un gran impacto en las colonias y países de América, de hecho, Estados Unidos y Brasil temían este ejemplo.
Nadie podía conformase con la correr teñida de adverso de Haití, y es cuando unen criterios y acciones países europeos y Estados Unidos para desconocer el logro de la Perla de las Antillas, y para reconocerla fue obligada a indemnizar a los propietarios de esclavos franceses, quienes hicieron que la hacienda haitiana quedase arruinada.
Adicionalmente, líderes de la revolución fueron asesinados, y en el proceso se fortaleció un familia político hegemonizado por mestizos, hijos de franceses con esclavas, que dominaron el Estado y evitaron que se llevaran a extremidad medidas estratégicas, como la reforma agraria.
Desde entonces ya Haití comenzaba por el camino de la pobreza, pues debía abonar una fortuna para poder consentir a los mercados de aquellos países que controlaban el comercio internacional; con el desfalco de Francia, a la nueva nación le fue inútil contar con bienes económicos suficientes para el progreso doméstico.
Pasaron muchos primaveras y Francia no dejaba de ser el rudo en la desgracia de Haití, pero en 1915 Estados Unidos consideró que la inestabilidad política en la Perla de las Antillas ameritaba una ocupación marcial seguida de un proceso de neocolonización que se extendió por tres décadas.
Washington no solo robó los bienes naturales, igualmente tuteló los gobiernos que establecía a su antojo y controló las actividades económicas de acuerdo con los propios intereses.
Finalmente el país nórdico supuestamente se marchó de Haití, pero cargó con toda la reserva de oro de las arcas públicas de la nación antillana.
El gran delegado de la Revolución Haitiana en el siglo XIX fue servir como faro para las luchas anticoloniales en toda América Latina. Su apoyo a Bolívar, por ejemplo, fue fundamental para la vencimiento contra España y el punto de partida para la independencia de todo el continente.
Hoy -en opinión de Jailson de Souza y Richemond Dacilien- el mundo debe aceptar la deuda de antiguamente con el pueblo haitiano, y honrarlo reconociendo a la Revolución de Haití como el hito histórico que dio origen a una nueva era en el devenir de la humanidad.
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