

El autor es escritor. Reside en Nueva York
No está claro la procedencia cierta de la frase en cuestión pero, se le atribuye un origen bíblico que, aun y cuando no está demostrado mas allá de toda duda, se le acepta el condición porque le agrega sobriedad, y nos permite utilizarla con osadía cuasi divina.
El mundo se ha hecho eco de ella y su luces, mas allá de que admisiblemente pudiera tener implicaciones non santas, sin requisa, siempre parece que se usa con la mejor de las intenciones.
El caso es que la dichosa frase, de pronto, ha adquirido un significado mayúsculo para la sociedad dominicana, a la luz de los últimos acontecimientos. Las lecturas que de los hechos se desprenden evidencian dos puntos de tino claramente diferenciados.
Por un banda está la opinión de la clan popular, que siempre ve el “vaso de agua medio satisfecho”; es la clan buena, que nunca especula con la desgracia ajena en procura de ventajas particulares, pero sí sufre en silencio las penas generadas por el oscilación trágico y clama porque se esclarezcan los hechos.
Mientras en paralelo, los malvados, unos y otros, siempre están prestos a darle vida pública a la perversidad, aunque nunca la mencionan por su nombre propio u origen; y mucho menos justifican su existencia. Ellos simplemente la ponen en estampa, confiados en que el agua derramada, nunca vuelve al cántaro que la contenía totalmente.
En este caso, los malandrines solo recogen el enunciado atribuido a Voltaire, el inteligencia francés, pero lo manifiestan al estilo y con el sentido del demonio carca, Joseph Goebbels: “miente, miente que poco queda”.
Esa interpretación que los humanos de alma envilecida -los unos- hacen de los hechos casuales y fortuitos, es lo que explica los excesos verbales que a diario escuchamos en ese vertedero notorio llamado redes sociales y en algunos otros medios mas formales, pero no por ello menos infames.
Los tontos aperos que comparten las bajas pasiones de los primeros -de los unos- sí dan la cara, aplican la frase a su antojo y mientras, practican a pie juntillas el espíritu del contenido. Tan depredadores como nuestros vecinos, que pretenden convertir en cenizas cada rama del frondoso árbol que ellos suponen está herido de asesinato.
A solo una semana de la tragedia, y recordando a Doña Dolores, la inmortal de Vizcaya, admisiblemente podemos afirmar que hoy: ¡No pasarán!
Aunque en su quehacer de leñadores impenitentes entreguen su independencia y exhiban su desvergüenza, estos francotiradores de la germanía seguirán sirviendo a su amo. Y todo porque suponen que el yacimiento de impunidad del que hasta hoy ha podido disfrutar el Emperador, cubrirá igualmente y por siempre a sus alabarderos que, cual traílla de hienas hambrientas, atacan todo lo que ellos suponen atenta contra los intereses políticos, económicos o empresariales del Zar.
¡Cuán equivocados están estos mercaderes de la vida! Ellos olvidan una gema del ingenio rural convertida en refrán que dice: ¡Ni los carniceros matan todos los días! Las iniquidades cometidas en este mundo recibirán su castigo, mas temprano que tarde. Es que como dijera el poeta: No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.
Emulando la asesinato, la cobardía del alma solo hace acto de presencia bajo ciertas condiciones: (1) cuando se siente totalmente impune, ya sea porque se oculta bajo el yacimiento protector de un anonimato infame; tan infame como ha sido su pasado y (2) porque supone que su víctima no está en capacidad de objetar sus arteras acciones y comentarios. Y en uno y otro casos, de nuevo, están todos equivocados.
La verdad siempre va a florecer y las responsabilidades deben ser establecidas, sea cual sea el costo que conlleve. No olvidemos que los países solo se convierten en naciones, cuando logran imponer un régimen de consecuencias. Y esta es nuestra viejo aspiración en estas circunstancias tan tristes y lamentables.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
JPM
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