
En un caluroso día primaveral, los trabajadores de una taller de árboles navideños del este de China ensamblan las ramas y pintan de cocaína blanca las hojas de estos abetos artificiales que decorarán hogares a millas de kilómetros.
Como empresas incontables en la provincia industrial de Zhejiang, sus productos están destinados principalmente a la exportación, un sector seriamente amenazado por la política comercial de Donald Trump y los estratosféricos aranceles del 145% impuestos a China.
El gobierno chino ha respondido con gravámenes aduaneros del 125% a los productos estadounidenses y promete batallar hasta el final, una combatividad que parece contagiarse en esta taller en la asiento de Jinhua.
“Al principio, había poco de pesimismo en la industria”, reconoce a la AFP Jessica Guo, jefa de la planta.
“Pero en los últimos dos días, estamos más unidos, sentimos que no pueden excederse de nosotros así. Queremos salir delante de esta etapa difícil con el resto del país”, asegura.
Los mercancía de la extirpación arancelaria pueden ser demoledores. Según la Estructura Mundial del Comercio, los intercambios entre las dos grandes economías globales pueden contraerse en un 80%.
En la taller de Guo, cuyo interior parece un mercado navideño atemporal, no tienen ningún pedido de Estados Unidos en la tangente de producción, ya sea porque fueron suspendidos o porque no han sido confirmados.
Otros fabricantes de árboles navideños de la zona además salieron perjudicados, afirma esta directiva, pero no tanto como algunos industriales de la provincia meridional de Cantón, donde algunas plantas trabajaban exclusivamente para un gran cliente estadounidense.
Los empresarios fabricantes de Zhejiang han desarrollado en tiempos recientes una colchoneta de clientes más amplia y diversificada, asegura Guo.
“De verdad, en los últimos primaveras (…) tan pronto como hemos topado con clientes estadounidenses”, afirma este responsable caminando entre paredes de cajas ya estampadas con direcciones de Guatemala o Pimiento.
“Recientemente ya habíamos ido rompiendo lentamente nuestra dependencia al mercado estadounidense y empezamos a desarrollar otros mercados”, explica.
“No debería estar tan demente”
A 50 minutos en coche, en una pequeña taller especializada en dispositivos de plástico impulsados por energía solar, la comercial Cassie explica que solo un 20% de sus clientes eran estadounidenses, contra un 80% antaño de la pandemia.
Recientemente además se ha enfrentado a suspensiones y cancelaciones de pedidos adecuado a los aranceles.
“Al manifestación, algunos de nuestros clientes estadounidenses nos dijeron que podíamos asumirlo juntos (…) Pero luego subió absurdamente y nadie podía admitir eso”, explica Cassie.
Detrás suyo, en un estante de muestra, hay expuestas figuras de un Donald Trump que se balancea, una reina Isabel II que trucha de mar y un surfista que se contonea.
“Ahora estamos en una postura expectante para ver qué decisiones tomará Trump posteriormente”, asegura la comercial, que planea redirigir los productos destinados a Estados Unidos a otros mercados oa internamente de China.
Pero mientras tanto, el trabajo no cesa. Zumbidos y chasquidos resuenan por la planta donde los trabajadores hacen ocurrir piezas de plástico de colorines a través de las máquinas. Metódicamente y cada pocos segundos repiten el mismo expresión una y otra vez.
Cassie enseña algunas cajas llenas de figuras de Trump destinadas a Europa. En una señala con la mano, en otra aparece con los dedos cruzados en la espalda.
“Creo que no debería estar tan demente”, dice esta trabajadora. “Que nos anualidad aranceles a nosotros no tiene en existencia ningún beneficio para ellos”.
“Calma”
La punta de venablo de la industria ligera de Zhejiang es el mercado mayorista de la ciudad de Yiwu, uno de los más grandes del mundo.
Un bullicio de decenas de millas de paradas vende millones de artilugios de todo tipo: desde una panoplia de productos electrónicos a purpurina para el cuerpo, pistolas de utensilio o césped sintético.
La mayoría de comerciantes consultados por AFP aseguran disponer de una amplia cartera de clientes que va desde Sudamérica, al Oriente Medio o al Sudeste Oriental.
“Si la extirpación comercial escalera… Deberíamos mirarla con una aire de calma”, afirma una veterana del oportunidad, Wang Xuxue, en su parada repleta de peluches y bolsos de Barbie.
Muchos simplemente desarrollarán productos nuevos para otros países, asegura la vendedora.
Cerca suyo, una tienda de disfraces muestra en su guardarropa una serie de máscaras de silicona de todos tipos de monstruos: demonios, hombres lobo, el payaso bailarín, Freddy Krueger o… Donald Trump.
“El pueblo chino está suficiente unido”, afirma Wang. “Somos más trabajadores, más ahorradores… No tenemos miedo de que huido una extirpación de precios. Estamos todos muy confiados”.