
Mientras para muchos los tapones son igual de frustración, para otros se convierten en un respiro crematístico. En distintas esquinas de la ciudad, los semáforos son una vitrina improvisada donde se ofrece desde frutas hasta botellas de agua. Vendedores ambulantes que, sin un recinto, aprovechan cada luz roja para ganarse el sustento.
Uno de ellos es Don Rafael, un hombre de 56 primaveras oriundo de Herrera, que cada día cruza la ciudad hasta la Avenida 27 de febrero. Carga una canasta con aguacates y un par de fundas con botellas de agua fría. “Aquí el que no inventa, no come”, comenta.
Don Rafael vende los aguacates a RD$100. En un buen día, puede traicionar entre 8 y 10 unidades, lo que representa un ingreso diario de hasta RD$1,000. A esto le suma las botellas de agua, que le dejan unos RD$300 adicionales. Sin requisa, no todos los días son buenos. Cuando llueve, o simplemente no hay actitud de comprar, sus ganancias casi nada alcanzan los RD$300 o RD$400. “Uno vive al día. Hoy se vende, mañana no se sabe”, expresó.
Durante los meses en que no hay aguacates, Don Rafael se apoya completamente en la traspaso de agua. “El calor ayuda”, dice, con una sonrisa resignada.
En la intersección de la John F. Kennedy con Mayor Gómez, se encuentra Carolina, una mujer de 45 primaveras que vende dulces artesanales. Tiene una bandeja de mentas, caramelos y chicles, con precios entre RD$25 y RD$50. “Los tapones me ayudan porque mientras el carro está parado, muchos aprovechan y compran poco para matar el tiempo”, cuenta. Carolina vive en Villa Melladura y toma dos carros para alcanzar a ese punto donde, en días buenos, puede hacer RD$800, aunque admite que los lunes y viernes suelen ser más flojos. “Yo con RD$500 me siento acertadamente. Me alcanza para la comida de la casa”, dice.
En la avenida Winston Churchill con 27, trabaja Junior, un verde de 22 primaveras que limpia vidrios. No tiene tarifa fija. Acepta lo que el cliente quiera darle: RD$5, RD$10, RD$25, o a veces ausencia. “A veces uno se moja la ropa entera por enjuagar un cristal, y el chofer ni víctima el vidrio”, dice. En un día con suerte puede reunir RD$600 o RD$700, pero además hay días en los que casi nada llega a RD$200. A pesar de eso, no se rinde. “Uno no está robando, está buscando lo suyo. Algunos entienden, otros no”. explico
En la avenida Luperón con Independencia, está Don Manuel, un hombre de 63 primaveras que vende forros y accesorios para celulares. Tiene más de diez primaveras en esa cúspide y ofrece productos que van desde RD$100 hasta RD$300. “Aquí uno hace su dinerito. No es fijo, pero si uno se mueve, se pesquisa poco”, dice. Explica que los días de quincena o cuando hay tapones largos le va mejor. En promedio, puede hacer entre RD$700 y RD$1,200 diarios.
En la avenida Abraham Lincoln con Gustavo Mejía Ricart, está Luisito, un verde de 29 primaveras que vende flores. “Las rosas se venden a RD$150 y los ramitos pequeños en RD$100”, cuenta. Dice que las mañanas y finales de tarde son sus mejores momentos. “Cuando hay tapón y hace calor, vendo más. La parentela está más sensible”, asegura. Luisito anhelo entre RD$500 y RD$900 al día, pero su mercancía es delicada: si no vende, pierde. “Las flores no aguantan mucho. Hay que salir sí o sí”. Aclaro.
Pese a su esfuerzo, estos vendedores deben enfrentarse a varios desafíos: la competencia entre ellos, el temor constante a ser detenidos por las autoridades y la percepción social de que su presencia genera desorden en las vías. Muchos evitaron dar declaraciones por miedo a represalias. A errata de una regulación clara, estos trabajadores informales operan en una flaca hilera entre la obligación y la ilegalidad.