

EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.
A solo tres abriles de las elecciones presidenciales de 2028, el Partido de la Libramiento Dominicana (PLD) atraviesa una de las etapas más delicadas y definitorias de su historia política.
De ser una maquinaria electoral dominante durante más de una lapso, ha pasado a ser una ordenamiento debilitada, sumida en luchas internas, pérdida de credibilidad y una desconexión evidente con el electorado imberbe y emergente.
El punto de inflexión para el PLD fue la derrota electoral de 2020, que no solo significó la pérdida del poder político, sino asimismo la ruptura de su cohesión interna.
La salida del expresidente Leonel Fernández y la creación de la Fuerza del Pueblo no fue solo una escisión, sino la manifestación de un profundo conflicto de liderazgo y visión en el interior del partido morado.
A esto se suma el desgaste acumulado por abriles de denuncias de corrupción, clientelismo y prácticas políticas tradicionales que han generado un rechazo creciente en amplios sectores de la población.
Carencia de liderazgo
El PLD enfrenta hoy una carencia evidente de liderazgo renovador. Las figuras que aún dirigen el partido arrastran el peso del pasado, y la desatiendo de una novelística política coherente y esperanzadora ha impedido la construcción de una nueva identidad que conecte con las aspiraciones actuales de la ciudadanía.
Mientras tanto, otros actores del proscenio político, como el oficialista PRM y la Fuerza del Pueblo, ocupan el centro del debate doméstico, dejando al PLD en una posición de periferia política, luchando por permanecer presencia y estructura.
Con miras al 2028, el PLD se enfrenta a un oposición existencial. La pregunta ya no es si podrá regresar al poder, sino si logrará mantenerse como una fuerza política relevante.
La reinvención no puede ser cosmética. Requiere una reforma profunda en su estructura, discurso y liderazgo. Solo una transigencia efectivo en torno a nuevas generaciones, con una dietario transparente, inclusiva y alejada de los viejos vicios del poder, podría evitar que el partido termine sepultado bajo el peso de su propio enviado.
El PLD está en la cuerda floja. Su futuro no depende nada más de lo que haga el electorado, sino de lo que decida hacer consigo mismo. Si no logra una transformación auténtica, podría convertirse en una nota al pie de la historia política dominicana. El tiempo para llevar a cabo se agota y el 2028 podría marcar su renacimiento… o su desaparición definitiva del planisferio político doméstico.
Quezada.alberto218@gmail.com
Jpm-am
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