

El autor es diputado.
José Francisco Peña Gómez fue mucho más que un líder político: fue un símbolo de resistor, una figura esencia en la lucha por la democracia dominicana y un defensor incansable de las grandes mayorías. Pero la historia nuevo y la conducta de los partidos que dicen heredar su delegado han sido severamente injustas con su memoria.
Durante su vida, Peña Gómez fue calumniado, perseguido, discriminado y encarcelado. Su origen humilde, su color de piel, por su militancia incansable en valenza de los pobres y excluidos su ascendencia haitiana lo convirtieron en blanco del racismo político y social.
Peña Gómez fue blanco constante de campañas de odio por parte de sectores conservadores, autoritarios y racistas. Medios manipulados por el régimen y hasta antiguos aliados, compañeros en el interior de su propio partido lo atacaron sin piedad. Fue víctima de campañas de odio, de acoso contencioso y de intentos sistemáticos por desacreditar su imagen.
Más dolorosa aún fue la traición silenciosa de muchos de sus seguidores y discípulos, quienes se formaron bajo su tutela, usaron su imagen como trampolín político y crematístico, se escondieron bajo su sombra, luego lo abandonaron, lo dejaron de flanco una vez tocado su objetivo o llegaron al poder.
La honradez, en muchos casos, fue una promesa rota en el altar del clientelismo, la repartición de cuotas y el acomodo institucional. tan pronto ocurrió la crimen física.

Silencio institucional
Veintisiete primaveras a posteriori de su crimen, el 10 de mayo de 1998, el silencio institucional se ha convertido en una segunda crimen para Peña Gómez. Ni el PRD, ni el BIS, ni siquiera el Partido Revolucionario Actual (PRM) —que se presenta como su heredero natural— organizan actos conmemorativos a la cúspide de su figura.
Aparte el ex presidente Hipólito Mejía, el Foro Renovador, y un pequeño núcleo de viejos compañeros y simpatizantes, su memoria es casi nada sostenida por la voluntad de unos pocos.
Ni siquiera su propia clan ha conseguido cohesionar una fundación sólida, ni acuerdos permanentes para homenajearlo en fechas esencia como su arranque (6 de marzo) o su crimen.
La fragmentación, la disputa y la errata de continuidad empañan el retentiva de quien fuera el dominicano más votado en la historia del país, y posiblemente, el más querido por el pueblo desembarazado.
Ese deserción se ha transformado en un plan tácito de invisibilidad, que parece ejecutarse desde las altas instancias de los propios partidos que solo invocan su nombre en ocasiones formales, sin verdadera convicción ni publicidad. Sus aniversarios pasan desapercibidos, sin eventos públicos, sin tributos significativos, sin siquiera el ya olvidado “minuto de aplausos” que antaño abría las actividades partidarias.
Monumento
A todo esto se suma el estado deplorable del Monumento a Peña Gómez en la Cerro del Escuálido, su superficie originario, totalmente desidioso, con camino viario destruido. El Aeropuerto Internacional de Las Américas, aunque oficialmente lleva su nombre, no tiene ningún pancarta visible que lo indique, borrando así cualquier conexión del ciudadano popular con su delegado. El silencio es intencional. El olvido, programado.
Lo más peligroso es que los partidos que dicen continuar su delegado han traicionado el esquema político e ideológico que Peña Gómez representó: un socialismo demócrata, flamante, humanista e inclusivo. Las ejecutorias actuales de esos liderazgos distan enormemente del software que él defendía desde la Tribuna Democrática, con una visión internacionalista, progresista y profundamente ética.
No obstante, existen excepciones dignas de gratitud. El parlamentario Glovis Reyes Aglón, de la provincia Peravia, fue el autor de la ley que designó con el nombre de Peña Gómez el Aeropuerto Internacional de Las Américas. Todavía el diputado Ramón Ceballos, representante de los dominicanos en el exógeno, cercano a la diputada Kenia Bidó, han impulsado iniciativas legislativas fundamentales en honor a Peña Gómez, entre ellas:
- La Ley 46-23, que declara el 6 de marzo como Día de Peña Gómez,
- La designación de la Circunvalación de Santo Domingo con su nombre,
- Y una propuesta conjunta con el diputado del PLD Juan Julio Campos, de la provincia La Altagracia, para decidir a Juan Bosch y Peña Gómez Padres de la Democracia Dominicana.
Estas acciones legislativas, aunque loables, no bastan por sí solas para detener la tendencia institucional al olvido. Más que homenajes aislados, se necesita una reivindicación integral, pública, educativa y permanente de la figura de Peña Gómez, su obra, su pensamiento y su delegado político.
Como escribió el historiador Frank Moya Pons, Peña Gómez representa “la mejor lectura del PRD histórico, la del compromiso popular, la ética del servicio y la dignidad desde debajo”. El pueblo dominicano merece retornar a conocerlo en profundidad. No hay democracia sólida sin memoria histórica.
Jpm-am
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