
Por Adolfo Pérez De Bizarro.
Ingeniero Industrial y Dirigente Doméstico del PRM.
Premeditadamente del 3 de mayo, Día Mundial de la Autodeterminación de Prensa, quiero compartir algunas inquietudes que marcan el devenir presente de la opinión pública y los medios. Pues hay grandes desafíos que el mundo no conocía hasta el auge de las tecnologías y su profundización en la presente término.
Más allá de la censura que tradicionalmente ha puesto en aventura a la opinión publica y los medios, se suman otros riesgos menos habituales. Entre ellos, la proliferación de los discursos de odio, la persecución de la heterogeneidad en las redes sociales y la llamamiento posverdad, que supone la dificultad para establecer certezas en torno a la verdad objetiva. Son amenazas reales para el periodismo independiente, la franqueza de prensa y la vitalidad del debate notorio.
La propia mecánica de las plataformas digitales supone formas de tratar y usarlas que apuntan en esa dirección indeseable para quienes creemos en la franqueza y la democracia. Pues facilitan de forma apto la difusión de información, diversifica las fuentes y eso es positivo. Pero incluso permiten la propagación de informaciones falsas, medias verdades, desinformación y discursos de odio. Esto distorsiona la existencia, fomenta la intolerancia, promueve la segregación y afecta el diálogo tolerante.
El prueba del derecho de la librado expresión conlleva responsabilidades. Pues cuando lo hacemos impactamos en el entorno y la sociedad. Cuando normalizamos comportamientos violentos, difundimos informaciones no comprobables, actuamos como si nuestras interacciones no tuvieran consecuencias, fomentamos conductas que socavan el inmovilidad social y político, del cual un actor relevante son los medios y el periodismo.
Muchas veces se piensa que al darse en el entorno digital, estas conductas son menores, pero impactan en el mundo verdadero a modo de enfado de discursos de odio, discriminación y violencia.
Los periodistas y medios de comunicación se ven muchas veces mediados o impactados hasta privarse de hacer su trabajo, por temor a ser blanco de campañas de odio, persecución y desinformación. Al tener poder de desacreditar su trabajo, manchar su honra o silenciar voces críticas, se produce una amenaza directa a la franqueza de prensa y el derecho a la información.
Las redes sociales son un gran aporte del avance de la civilización, pero su uso conlleva responsabilidad. Es necesario moderar los contenidos, determinar qué publicaciones son aceptables y cuáles no, desde un punto de tino de automóvil evaluación. Pues, la vitalidad del debate notorio y tolerante depende de ello. Si proporcionadamente muchas naciones han implementado políticas para combatir la desinformación, es relevante aseverar que en este aspecto los discursos de odio y las malas prácticas suelen tener la delantera. Los contenidos dañinos corren a sus anchas.
Para proteger la franqueza de prensa y promover un entorno digital que aporte a la convivencia es necesario que nosotros mismos actuemos conscientes de ello. Y que, como lo acaba de proponer el presidente Luis Abinader, se regulen las plataformas digitales, los medios de comunicación y las interacciones de información. Pues sin políticas efectivas para que los contenidos aportes a la librado expresión sin afectar las dinámicas democráticas.
El diálogo respetuoso, la heterogeneidad de opiniones, el intercambio fluido, suponen seguros de vida de la democracia y la estabilidad. Por eso, cuando participamos de las redes debemos tener espíritu de aporte y conciencia de que todo el tiempo estamos construyendo en conjunto el tejido de nuestro espacio global.
Hoy, cuando celebramos el Día Mundial de la Autodeterminación de Prensa, aprovecho para afirmarlo: es necesario un compromiso colectivo con los títulos de la convivencia y contrarrestar las amenazas que supone el uso poco ético de las redes y la tecnología. Hagamos un detención y pensamos en nuestro compromiso necesario con la franqueza de prensa y el respeto global.