

EL AUTOR es cómico plástico dominicano residente en West Palm Beach.
Deberíamos proponer que la homicidio es «aquel» momento donde «todo se apaga», donde todo termina. Pero, ¿cuántas veces a través de nuestra vida hemos mortecino momentos?
¿Cuántos instantes se han terminado? Yo entiendo que uno pasa por muchas etapas y que cada una de ellas nos deja «una homicidio» al costado.
Para entender mejor este diástole, debemos entender que toda abandono es la desliz de poco. Poco que se nos fue y que ya no está. En la infancia, por ejemplo, solo quedan «pequeños saludos», difusos, enrarecidos de detalles.
Serían como los sueños en los que participamos ocasionalmente. Uno muere diariamente, constantemente, inevitablemente, porque la vida es solo memoria. Momentos fugaces que no paran ni se detienen frente a el tiempo.
Vamos arrastrando muertes constantemente, ya que la homicidio nos va dejando vacíos. Todo instante muere instantáneamente. Porque la vida solo se puede entender en el ahora.
Lo sucedido está muerto y permanecerá en tu memoria mientras tú lo puedas avivar, pero solo será un retrato, un cuadro indefinido, de inciertas añoranzas perdidas en recovecos de la consciencia.
Lo definitivo será «aquello» que «uno sabe» anda «por ahí», pero si no lo ves, si no sabes de él, está muerto.
Un amigo, un coito, una escuela, un arrabal. Todos están muertos porque estamos creados de momentos, y al retornar a verlos, ya son otras cosas. Están transformados en distintos mundos.
Lo que dio vida a todos ellos murió en el pasado y nunca serán lo que todos dejaron, ya que lo que nos da sentido, diariamente, se va perdiendo segundo a segundo.
He vivido en distintos lugares, conocido a miles de personas y noto cómo se van desapareciendo; así me quedé parado en el mismo área. La dinámica de la vida perece con la dinámica de los momentos.
Una homicidio es abandono, debo memorar. Sabemos que está allí, que anda dando vueltas en el mismo área que le dejamos y hasta acudiremos a llamarle, de vez en cuando, como si con ello volviéramos al sueño dejado.
A la nostalgia anhelada, a una bonanza perdida, a un deseo insatisfecho. Añoramos el pasado muerto, dándole vida en una memoria inmortal que se empeña en morar de los fantasmas.
Al final, no es la vida, sino el cúmulo de saludos. La hilera de funerales que partieron llevándose los momentos disfrutados o indeseados.
La vida tiene este mecanismo que lo arrastra todo, lo bueno y lo malo. No es selectiva ni condescendiente de sentimientos. No nos permite aferrarnos a cero y, sin bloqueo, nos empeñamos en no permitir que lo muerto, muerto esté.
Continúa el sueño en otras galaxias y ciudades. Otros momentos continuos en una rueda que no se detiene a aventura de morirse de verdad.
Y aun así, entre «esa homicidio» inhóspita y fría, existe el calor del tiempo indetenible, que nunca muere y se expande cerca de un infinito que, curiosamente, anhelamos ver. Y, sin bloqueo, continúa entrelazando muertes que nunca dejan de caducar diariamente. ¡Vitalidad! Pequeño Morinero.
Jpm-am
Compártelo en tus redes: