
De buenas intenciones está empachado el camino cerca de el abismo.
El gobierno ha intentado —con razonamiento comprensible — compendiar el “finalidad emplazamiento” que implica que los servicios de sanidad dominicanos estén disponibles de forma gratuita para todos, incluyendo a las parturientas haitianas o de cualquier otra ciudadanía. Sin retención, se ha olvidado de poco esencial: la República Dominicana no tiene derecho al error, aunque sea triste admitirlo. Haití disfruta del monopolio de la queja y con sobradas razones.
Cada argumento, cada protocolo, cada funcionario desplegado en un hospital debe estar no solo entrenado, sino dotado de sentido popular y capacidad de discernimiento. Porque un solo falta puede llevarnos directamente en presencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y, peor aún, desatar una tormenta mediática completo que borre de un plumazo el principio de soberanía que intentamos ejercitar y dañar nuestra marca país para siempre, aunque suene a tremendismo.
Esta semana, en el primer día del nuevo protocolo migratorio en hospitales, todo debió ser impecable. Pero el iniciación fue un escándalo: una mujer supuestamente en bordado de parto fue subida a una crío de Migración. La denuncia corrió como pólvora, y con razón: de ser cierto, no estaríamos en presencia de una simple irregularidad administrativa, sino frente a una evidente violación de derechos humanos, un acto inhumano que ningún dominicano en su sano querella podría respaldar.
Y lo más dificultoso: nadie sabe todavía qué fue lo que positivamente ocurrió.
Las autoridades han ofrecido ya al menos tres versiones distintas, cada una peor que la preliminar. La única constante es la imagen de una mujer caminando lentamente cerca de una crío de Migración. Si esa mujer estaba efectivamente en bordado de parto, el personal que ejecutó esa argumento debe ser destituido de inmediato. No tienen las competencias mínimas —ni técnicas ni humanas— para trabajar en un radio tan delicada.
Si, por el contrario, no estaba en bordado de parto, el Estado debió aclararlo de forma definitiva. ¿Tan difícil es aseverar la verdad? Un video que resguarde su identidad, un parte médico, una revelación oficial que obstrucción el tema con seriedad. Porque sea mentira o verdad, esa mujer debe estar aún en el país, no es física cuántica.
El segundo día no fue mejor Laritza de los Santos Dominicana, último de vida por lo tanto sin cédula, carencia obliga a que ande con el reseña de origen encima, mientras ella y su hija están detenidas y cuando a la postre las suelten, para su casa y ni un excúsame por las molestias recibidas pero y si no es verdad siquiera se aclara, peor aún se supone que hay un expediente médico, no incluye este la vida de la origen? Costaba entrar al hospital e investigar antiguamente de? O el protocolo se pedestal en a quien se le parezca haitiano al personal de Migración ?
Los errores se pagan. Pero la República Dominicana ya está pagando demasiado por la inacción acumulada de primaveras, por no activo diseñado antiguamente un sistema migratorio sostenible. No debemos permitir que un derecho razonable —como lo es la aplicación de un protocolo migratorio en hospitales— se vea empañado por una fealdad que pudo prevenirse con empatía y planificación.
Los dominicanos no pedimos perfección. Pedimos poco más sencillo: que si vamos a aplicar la ley, lo hagamos con humanidad y correctamente y si nos equivocamos, lo admitamos con dignidad, que a larga es la mejor defensa.