
Néstor Saldívar | Foto: Fuente externa
Por Néstor J. Saldivar
Hace tan pronto como unas semanas, un inmigrante me confesó, con evidente angustia, que no sabía si debía comparecer a una cita en la corte por un caso de manutención pueril. Aunque ya había llegado a un acuerdo amistoso con su expareja, sentía que al entrar al tribunal podría ser detenido por las autoridades migratorias y que su vida en Estados Unidos terminaría abruptamente. Sabía que debía cumplir con la ley, pero temía que hacerlo lo pusiera en la mira del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).
Esta no es una historia aislada. Son cada vez más las personas que sienten temor de presentarse frente a un magistrado o de musitar con un oficial de policía, incluso cuando son víctimas o testigos de un delito. Regalo el caso de una mujer que llegó desde Colombia con una visa de turismo. Un hombre viejo intentó agredirla sexualmente. Me lo contó con lágrimas en los luceros, pero fue clara: no quería denunciar. Su temor era que, al hacerlo, no solo pondría en peligro su permanencia en el país, sino incluso la de su hijo pequeño.
El hábitat coetáneo ha provocado que muchos inmigrantes sientan que la neutralidad no está a su ámbito. Y no se manejo solo de quienes están en situación irregular. Incluso quienes ya han iniciado procesos legales o tienen algún tipo de status sienten que podrían ser cuestionados, detenidos o expulsados por cumplir con su deber cívico. Esta percepción se ha agudizado con la aplicación de medidas migratorias más estrictas, las declaraciones públicas de algunas autoridades y las parte de acciones sorpresivas en distintas comunidades.
Hay una gran confusión entre los inmigrantes sobre quién puede detenerlos, quién tiene autoridad para reportarlos y qué consecuencias pueden enemistar. Muchos no distinguen entre un oficial de la policía particular y un agente federal de inmigración. Algunos incluso temen comparecer a oficinas como el Servicio de Impuestos Internos (IRS, por sus siglas en inglés), por temor a ser rastreados por el Área de Seguridad Franquista.
El resultado es preocupante. Mujeres que no denuncian violencia doméstica. Trabajadores que no reclaman cuando son explotados. Testigos que no se presentan en los tribunales. Personas que prefieren callar, incluso cuando tienen la razón. Y cuando el miedo se instala en ese nivel, no solo pierde el inmigrante. Todavía pierde el país.
La caudal de Estados Unidos depende en gran medida del trabajo de millones de inmigrantes. Sectores como la agricultura, los restaurantes, el turismo y los servicios son sostenidos en buena parte por personas nacidas fuera del país. Pero la incertidumbre migratoria ha provocado que muchos abandonen sus empleos o no se atrevan a aceptar nuevas oportunidades. En algunos negocios ya se han corto los horarios de atención por desidia de personal.
Lo que está en entretenimiento no es nada más la permanencia de quienes viven en situación irregular. Está en peligro el principio mismo de neutralidad. Cuando una persona no se atreve a denunciar un delito por temor a ser deportada, la impunidad se fortalece. Cuando alguno evita comparecer a una corte por miedo a ser arrestado, se debilita la confianza en el sistema. Y cuando colaborar con la ley se convierte en un peligro, la ley deja de ser seguro.
Estados Unidos necesita un sistema migratorio más calibrado, claro y humano. Uno que respete el correcto proceso y que no convierta en enemigos a quienes solo buscan residir en paz. La aplicación de la ley debe hacerse siempre adentro del entorno permitido. Sin atajos. Sin atropellos. Sin miedo. No se puede exigir orden sembrando caos. Siquiera se puede pedir seguridad empujando a millones a la clandestinidad. Es tiempo de mirar de frente esta sinceridad, sin prejuicios ni simplificaciones. Porque cuando el miedo sustituye la neutralidad, todos salimos perdiendo.
Acerca del autor
El Lic. Néstor Saldívar posee una destreza en Ciencias de la Educación, con enfoque en Planificación Educativa. Es abogado y comunicador, antiguo director asociado de comunicación de La Iglesia de Jesús de los Santos de los Últimos Días para la región del Caribe. Obtuvo la visa EB-2 con la exención por interés doméstico en pulvínulo a sus propios méritos en tan solo 45 días. Por su experiencia y con deseo de ayudar a otros a obtener lo mismo, crea contenido educativo desde su plataforma ResidenciateconS y otros medios.
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