
Existir la soledad va en aumento en el mundo, y igualmente aumenta la cantidad de publicaciones sobre esta nueva ingenuidad emergente.
Mucho se ha escrito sobre la soledad en los últimos primaveras, pero a menudo desde una perspectiva que ensombrece su cara experimental, es aseverar la de las experiencias de las propias personas que viven solas, dando como resultado, generalmente, una colección de lecturas sesgadas y parciales de este engendro, asegura un orden de investigadores universitarios.
Acoger la soledad, entre la vulnerabilidad y lo posible
“La soledad es un engendro mucho más engorroso de lo que muestran los textos más referenciados” según los investigadores Óscar Intramuros (Antropología Social y Psicología Social; Universidad Complutense de Madrid); Melania Moscoso (Instituto de Filosofía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC); y Aitor Sorreluz (software de doctorado ´Filosofía, ciencia y títulos´; UPV/EHU), en España.
Intramuros, Moscoso y Sorreluz buscan guatar el vano de información sobre la cara experimental de la soledad, investigando las vivencias, experiencias, estrategias, sentidos, narrativas y tensiones que las personas que conviven con la soledad ponen en diversión en torno a esa situación.
Para ello pusieron en marcha un proceso de más de un año de duración en el que casi vigésimo personas, vecinas del suburbio de San Francisco (Bilbao, España) e investigadoras del plan Bakarzain dedicado al estudio de la soledad no deseada, reflexionaron y remediaron en global sus respectivas soledades.
Intramuros y Moscoso describen este proceso como una forma de “acoger la soledadentre los pliegues de la vulnerabilidad y los huecos de lo posible”.
El resultado de esta iniciativa es el tomo ´Soledades habitadas. Pliegues de la cotidianidad´, donde los participantes en esta investigación, incluidos los propios investigadores, expresan en primera persona, un concepto de soledad “hecho propio, plural, relacional, desdramatizado, ambivalente y realizado de tensiones”, según explican.
Señalan que este concepto de soledadanclado en los pliegues de la vida cotidiana y reflejado en fotografías, textos, historias, canciones, reflexiones, conversaciones y diseños aportados por los participantes, “se aleja de las nociones de la soledad no deseada que se suelen poner en circulación tanto mediáticamente como en los programas de intervención” a nivel retrete y psicológico.
Intramuros, Moscoso y Sorreluz describen a ´Soledades habitadas´ como “un tomo extenso y no escolar, que, desde el agradecimiento, despliega un espacio global en el que diferentes soledades se pliegan e intercambian cuerpos y voces; un espacio compartido para comportarse y remediar las soledades, juntas”.
Una pandemia silenciosa

“La soledad ha sido definida como una pandemia silenciosa que afecta a 1 de 4 cuatro personas en los países industrializados y tiene un impacto gafe sobre la salubridad física y psíquica, y sobre la calidad de vida de quienes la padecen”, explica Moscoso, en ´Soledades.
Una cartografía para nuestro TIempo´tomo susodicho coescrito con Txetxu Ausín, director del Instituto de Filosofía del CSIC castellano.
Explica que “se entiende por soledad impuesta o no deseada aquella sensación subjetiva de discrepancia entre las relaciones sociales que tiene una persona y las que querría tener”.
“Esta soledad no deseada se compone de la experiencia de carencia en la cantidad y calidad de los vínculos con otras personas (desconexión emocional) y del aislamiento social y la carencia de redes sociales en el entorno próximo, y produce dolor, miedo, angustia o tristeza”, según Moscoso y Ausín.
Consultados sobre qué estrategias utilizan los participantes en el tomo ‘Soledades hábitadas ‘ para remediar sus distintas soledades o convivir con estas situaciones, Intramuros, Moscoso y Sorreluz señalan que “nuestros informantes tienen ´agencia´ (palabra que en el ámbito de la filosofía y la sociología significa que una persona tiene capacidad y conocimiento para efectuar en el mundo).
Los participantes del proceso reflejado en este tomo “no son meras víctimas pasivas del aislamiento socialtal y como ciertos enfoques de intervención social pretenden hacen ver”, según explican sus autores.
“Frente a los discursos difundidos en los medios de comunicación de masas que demandan una intervención urgente, nuestros participantes responden al aislamiento social o a un emplazamiento poco oportuno en el interior del entramado de relaciones sociales, de formas que les permiten ensayar nuevas formas de subjetividad o revisar sus propios planteamientos vitales”, explican los autores a EFE.
Soluciones desde en el interior

“Así, mujeres que se han dedicado intensivamente al cuidado de otras personas, por su entrenamiento profesional y en sus propias familias, han convertido la soledad en una oportunidad para desarrollar inquietudes intelectuales y encontrar espacios de audiencia en el que desarrollar nuevas facetas de su personalidad en las que pueden reconocerse”, destacan.
Para otros participantes “la soledad es el puesto al que acudimos cuando nos yerro el vendaval. Cuando las demandas del mundo exógeno se tornan asfixiantes, la soledad es un espacio en el que hacemos sitio a los otros, a eso otro que igualmente somos”, según describen dicha experiencia.
“Yolanda informa acerca de la experiencia sensorial de la soledad, marcada por el frío y el eco, tras la que resuenan las redes de solidaridad de antiguamente, del suburbio en el que creció, y que alcahuetería de traer a la memoria acompañándose en el duelo de algunas amigas, siendo consciente de la imposibilidad de que el otro sienta plenamente nuestra propia soledad”, explican.
“Para Begoña la soledad es un espacio de autonomía, que debe trabajarse y escabullirse, como un campo de diversión entre la propia vulnerabilidad y lo que va más allá de nosotros mismos”, según Intramuros, Moscoso y Sorreluz.
Espacios de exploración personal

Muchas de las experiencias reflejadas en ‘Soledades hábitadas ‘ tienen como relato la fotografía y el arte, actividades que juegan un papel importante en la vida de los participantes en el tomo.
La describen como “una compleja danza entre la presencia y la partida, entre la ocultación y la revelación, entre la presencia intrusiva y lo que se añora, comparece en el proceso de exploración artística de Nerea ”.
Para ellos la soledad es anhelar y debatirse con lo que yerro, experimentado como una mutilaciónuna experiencia que describe con su propio neologismo: ´Macanza´.
Señalan que la soledad igualmente puede vivenciarse “como ese espacio que puede adoptar la forma del suburbio de San Francisco (Bilbao, España), con sus sagas familiares, pintadas reivindicativas y en el que palpita el enigma a través de las tallas de la Impenetrable de la Soledad, en la iglesia de los Santos Juanes, o en la voz de los muertos que habitan la nostalgia de los vivos desde el cementerio de Begoña”.
“Otras veces, la convivencia con familiares mayores se convierte en un pretexto para prestar atención al entorno y percibir el detalle cámara en mano”, apuntan.
“Dar cuenta de las pequeñas transformaciones del entorno, como hace Marita (una de las participantes), es igualmente una forma de cuidarlo”, narran.
“En el objetivo (de la cámara) de Ramón, otro de los participantes, conviven la rigidez y la crudeza del día a día en el suburbio de San Franciscoy la soledad se desdobla en el mundo sutil de lo intocable, y de los lugares a los que acudimos a traer a la memoria, o convocar a los ausentes”, añaden.
“La resistor a las formas de miseria cotidiana o las experiencias de vida dura, que nos impulsaban a establecer una distancia social de los demás, a habitar las esquinas, a la periferia como respuesta a la rutina y la ansiedadpuede dotarse de sentido, al retratarla con una cámara, transformándose en una forma de afrontar la soledad”, según apuntan los autores.
Otro de los participantes, identificado con las siglas MKL, da un sentido a su soledad retratando las manifestaciones de colectivos minorizados en las esquinas del suburbio de San Francisco.
“En una envés a sí mismo que exige salir del propio rol social, de las máscaras con las que comparecemos en la vida socialy que sólo es posible cuando constatamos, en el audiencia con el otro, aquello que no somos”, concluyen los autores.
por Daniel Galilea