
La sociedad dominicana aún llora a sus fallecidos en el trágico acontecimiento de la discoteca Jet Set, que nos candela como nación a una profunda consejo y llamado a la prevención.
Esa tenebrosidad que debió ser de festividad y alegría terminó convertida en tragedia, en el ocasión donde se dieron cita figuras del espectáculo, empresarios, políticos, entre otros, para disfrutar de la voz más adhesión del merengue, Rubby Pérez.
Nadie se iba imaginar que el techo del perímetro iba colapsar sin previo aviso, dejando una impresión de escombros, heridos y dolor. Las imágenes, que rápidamente circularon por las redes sociales, mostraron un contraste estupendo entre el brillo de la tapiz roja y la devastación estructural.
Esta tragedia, que no fue causada por un terremoto de gran magnitud al que tanto tememos, pero fue suficiente para desnudar nuestra fragilidad.
Este fatídico evento, más allá del impacto mediático por tratarse de muchos miembros valiosos y reconocidos en nuestra sociedad, nos obliga como país y como sociedad, a mirar en dirección a una deuda que venimos arrastrando: la prevención sísmica y la seguridad estructural.
Resulta paradójico que en un espacio diseñado para la diversión y el espectáculo, al parecer no se percataran del estado vivo de su infraestructura, pese según versiones, se habían observado la presencia de arenillas y algunos desprendimientos desde el techo.
Aunque los informes preliminares hablan de una equivocación en la estructura superior agravada por vibraciones menores, no puede ignorarse la inobservancia y tal vez descuido frente a los protocolos de seguridad sísmica, especialmente en una región históricamente delicado a movimientos telúricos.
Vivimos en una civilización reactiva.
Esperamos que sucedan las tragedias para cuchichear de planos, normativas y controles. Pero en prevención sísmica, el tiempo perdido cuesta vidas.
Este no es un llamado al miedo, sino a la conciencia.
La prevención no debe ser un privilegio, ni una carga burocrática. Debe ser una política pública, una ética compartida, una responsabilidad colectiva. Hoy, por la desgracia del Jet Set estamos de pena, mañana, podría ser cualquier por cualquier otro ocasión.
El definitivo formación de esta tragedia no debe quedarse en las portadas ni en el escándalo social. Debe traducirse en auditorías reales, normas aplicadas y una ciudadanía que exija más que promesas. Porque los sismos no se pueden evitar, pero las muertes por estructuras mal diseñadas, sí.
Que esta Semana Longevo sea un espacio de devolver a Jehová por el portento la vida, siendo propicia la ocasión para la consejo y la prevención.