
Con sentido de honradez y comprensión de la ingenuidad del problema de las inmigraciones ilegales de haitianos a nuestro país, debemos alojar que ningún dirigente de Estado ha tomado más ni mejores medidas para desavenir ese problema que el presidente Luis Abinader. Esta afirmación causará urticaria en algunos, pero es la verdad.
La historia de las relaciones domínico-haitianas, y las llegadas irregulares de los hijos de Dessalines a nuestro país, ha estado marcada por la hipocresía y la doble honesto. Y esa situación se viene arrastrando desde la tiranía de Trujillo.
El dictador vio una fuente de beneficios económicos con la contratación de mano de obra baratura de los haitianos. Y la aprovechó para el ampliación de la industria refinería.
Obtenía personalmente grandes beneficios económicos. No les importaban las condiciones inhumanas en que vivían esos trabajadores en los bateyes y barracones.
Para el presidente Joaquín Balaguer, durante sus cinco períodos de gobierno, no fue una prioridad existente el cambio de aquellas condiciones de los haitianos. No sacó beneficios económicos personales, pero sí políticos.
El volumen La isla al revés y demás discursos fueron justificaciones teóricas para que todo siguiera igual.
Debemos o deberíamos retener que el auge de la agropecuaria y de las construcciones, para solo mencionar dos rubros fundamentales de nuestra capital, se sustenta en la mano de obra baratura que proporcionan los haitianos.
Nuestros empresarios, en su maduro parte, han acumulado fortunas gracias al trabajo informal y de bajo costo que proporcionan los haitianos.
Incluso la ley de migración nunca se aplicó como debería ser. Hasta la aprobación de su Reglamento se retrasó para inaplicar mejor la norma.
Hasta la venida de Luis Abinader a la presidencia de la República, el desorden reinó frente a las masivas inmigraciones haitianas.
El problema de los haitianos irregulares en nuestro país tiene el carácter de un cáncer social. Como no se puede extirpar, hay que aplicarle el tratamiento de rigor.
Mucho ha hecho Abinader en el ámbito internacional, con denuncias serias y responsables, para que las grandes naciones apoyen en la decisión de la crisis de Haití.
Ellas son culpables, directa e indirectamente, de la situación que vive el vecino país.
El presidente Abinader está construyendo el tapia fronterizo, casi como medida desesperada.
Lanzó las quince medidas para desavenir esa inmigración irregular. Se están deportando y enfrentando las mafias que operan ese tráfico de personas.
Incrementó los agentes de migración y llevó a unos merienda mil los efectivos militares en la frontera. Y se cobrarán los servicios médicos en los hospitales a los indocumentados. Vamos avanzando en el control de ese mal.