Santo Domingo. – Para muchos críticos, el dembow simplemente no se puede escuchar. Que si es repetitivo, que si suena igual, que si las cultura son pobres. Lo descalifican con presteza, como si fuera ruido sin sentido. Y efectivamente el verbo soez y destemplado molesta porque rompe con la concepción clásica de “buenas costumbres”, pero en esa supuesta “deficiencia” está precisamente su esencia, que consiste en reverberar de modo descarnada y dura la existencia que expone y que le da origen.

No le interesa el aplauso escolar ni los premios institucionales. Le hilván con sonar en el callejón, en el colmadón, en el liquor store y de paso permitir alcanzar sueños de restablecimiento económica haciendo música con app sin pretensiones sinfónicas.

José Alberto Rojas Peralta (Kiko El Crazy) dice en una de sus tantas entrevistas que cuando empezó no sabía ni de canto ni de música, pero le inspiraba el éxito de muchedumbre como “El Lapiz Conciente” o “Monky Black”, oriundo al igual que él de Santo Domingo Este.

El ritmo, la poética y sus videosclips son de periferias, sin mayores pretensiones estéticas desde el punto de perspicacia de las clásicas “bellas artes”, pero con la incorporación carga de realismo que dieron relevancia a esas mismas “bellas artes en el pasado”.

Las cultura de dembow siquiera son de protestas directas o de esperanzas, describen la existencia del suburbio que en sí mismas implican protesta, crítica o desesperanzas.

Tómese como ejemplo el tema “Que lo que” de “Chimbala”. Una frase como “¡prende la hookah pa’ que vo’a succionar!” puede parecer simple o vacía, pero refleja una verdad del suburbio, donde la distracción es una forma de sobrevivir, sobre todo cuando al iniciar el día no se tiene perspectiva productiva.

Desde sectores conservadores y liberales (todos seducidos por la estética formal) no han faltado quienes etiqueten al dembow como una “degeneración cultural”. Que promueve la promiscuidad, que incentiva la delincuencia, que degrada el verbo. Pero muchas de esas críticas olvidan que el dembow no inventa el contexto, sino que nace de él y lo describe.

Sexualización temprana, violencia entre jóvenes o culto al parné son realidades en los barrios mucho antaño de que suene una pista. Esas cultura directas no son otra cosa que el reflexiva de una sociedad de la periferia, que no siempre logra ser descifrada.

Un ejemplo claro es el tema “Chivirika” de “Yailín La Más Vírico”, adjunto a “El Alfa”, donde canta: “Ella e’ chivirica, le gusta que le den pela”. Ha sido criticada por banalizar la violencia erótica, pero además es un reflexiva de patrones de relación que se normalizan en sectores donde el sexo viene con golpes y el deseo se aprende en la calle.

Muchas de estas producciones, con videoclips producidos en el mismo suburbio, entre callejones, callejuelas y amontonamiento, son retiradas de plataformas como Youtube porque son consideradas por igual como incitadoras a la violencia o al sexo descarado.

Claro, en ambientes de clase media y incorporación además hay violencia, desmán y desenfreno, pero ahí se disimula, se maquilla, se encubre con verbo. En el dembow, en cambio, todo se dice de frente, sin disimulo. Lo grita sin pedir permiso.

Engendro Alofoke

La existencia que se refleja en el dembow ha pasado de ser una simple expresión musical del suburbio con robusto presencia en sectores como Capotillo, Los Mina o Cristo Rey, se ha asociado al sistema de monetización en plataformas como Youtube o Instagram.

Uno de los primeros en entender ese aberración y de los que más provecho le ha sacado es Santiago Matías, quien viene de esa misma existencia y cuya historia personal se matiza por muchas de las manifestaciones recogidas en el mundo del dembow.

Lo que comenzó como un espacio para artistas urbanos marginados de los medios tradicionales se convirtió en un aparato que efectivamente hace opinión pública, viraliza temas y costal de las sombras a figuras de las periferias, al beneficio de que algunos no son propiamente de barrios, pero son la demostración de que en los sectores perfumados se viven los mismos fenómenos, pero bajo la falsa discreción de los acomodados.

Su plataforma “Alofoke Radiodifusión Show” le ha poliedro visibilidad a exponentes urbanos, influencers de los barrios y personajes que, de otra forma, seguirían invisibles para el gran manifiesto.

El situación global del aberración

El progreso de artistas como El Alfa, Rochy RD o La Perversa no se puede entender sin Alofoke, que en principio era sólo una plataforma para reproducir estas producciones artesanales.

Santiago Matías más que un promotor es un producto acreditado del mismo mundo que impulsó al dembow.

El éxito de Alofoke y del dembow es el mismo. Por eso crecen juntos. Y aunque ese ruido incomode, a veces parezca excesivo, vulgar o repetitivo, lo cierto es que a través del mismo se puede descifrar lo que está ocurriendo en las periferias, en nuestros barrios que en ocasiones parecen favelas o guetos.

La apariencia

El dembow además fue utilizado por reconocidos narcotraficantes en el país para el lavado de activos y además para ocultar actividades del microtráfico, especialmente en barrios como Capotillo y Villa Consuelo.