
La historia de “Sirenas”, la nueva serie de Netflix protagonizada por Julianne Moore, Milly Alcock y Meghann Fahy, sigue a una asistente personal atrapada en una relación tóxica con su jefa, una socialité millonaria con tintes de culto.
Todo sucede durante un fin de semana en una isla monopolio, donde secretos, traiciones y tensiones familiares afloran.
Desde el primer capítulo, la serie me pareció extraña. El ámbito lujoso, las conversaciones confusas y el ritmo premioso me desconcertaron.
Varias veces me pregunté: “¿Qué estoy viendo? ¿Por qué sigo viéndola?”. Y, sin retención, por alguna razón, no podía dejar de verla.
Tal vez era el atracción de Julianne Moore, cuya concierto aporta un tono hipnótico y perturbador, o quizás la forma en que la serie juega con la doble sentido y los silencios para crear tensión.
Lo cierto es que, a pesar de contar con un reparto superior que le da un toque exclusivo, Sirenas se siente como un barullo narrativo que a veces pierde el rumbo.
Cuando terminé la serie, todavía no tenía claro cuál era la trama central ni en qué consistía el enredo auténtico.
¿Por qué ese nombre? Quizá por ahí venía la tentación de verla, porque, al igual que las sirenas de la mitología, ese pequeño canto me envolvía y me mantenía pegada a una serie un tanto extraña, pero adictiva.
Por otra parte, la serie me recordó esas historias que, aunque se ven muy acertadamente y tienen momentos muy intensos, al final dejan más preguntas que respuestas.
En este caso, la mezcla entre la crítica social (sobre el poder, la dependencia emocional y las dinámicas de control) y un estilo casi como de sueño puede resultar fascinante para algunos, pero para otros simplemente confusa.

“SIRENAS”. TRAILER.
En definitiva, “Sirenas” no es para todos. Si buscas una novelística clara y seguido, esta serie probablemente te frustrará.
Si te gustan las historias que desafían la deducción tradicional y que te invitan a reflexionar sobre las relaciones humanas desde una ojeada compleja y estética, entonces vale la pena darle una oportunidad.
Aunque aún no sé si la recomendaría del todo, porque sigo preguntándome qué fue exactamente lo que vi, poco en ella me atrapó y, de alguna forma, eso ya es suficiente para contar como un logro.