
En una época donde la tecnología domina nuestro tiempo y atención, los espacios dedicados a la leída y al pensamiento profundo son más necesarios que nunca. Mario Vargas Llosa ha señalado que la leída no solo forma individuos críticos, sino que igualmente sustenta la democracia. Con ese principio en mente, es imprescindible revisar el rol actual que la Biblioteca Franquista como institución está jugando en nuestra sociedad y preguntarnos si está cumpliendo con el papel que se dilación de ella.
La Biblioteca Franquista debería ser un espacio vivo, dinámico, accesible, pero en área de eso, mantiene un horario que parece más propio de una oficina burocrática: de lunes a viernes de 8 de la mañana a 5 de la tarde. Este horario excluye a estudiantes, trabajadores y ciudadanos comunes que solo disponen de las tardes o los fines de semana para ocuparse tiempo a la leída, la investigación o simplemente al disfrute de un círculo cultural.
Deslindar el ataque al conocimiento a un horario tan rígido es una forma silenciosa de arruinar el inteligencia colectivo. En contraste, bibliotecas nacionales de países como España, México o Colombia han extendido sus horarios hasta la perplejidad o abren los fines de semana, entendiendo que el ataque a la civilización no debe estar condicionado por el cronómetro.
Una sociedad que se precie de valorar la civilización debe avalar que sus instituciones estén al servicio de la clan, no al revés. La Biblioteca Franquista no es solo un archivo de libros viejos, es un símbolo de nuestra memoria, una aparejo de formación ciudadana y un refugio para quienes buscan crecer a través del entender.
Desplegar sus puertas en horarios más amplios, incluyendo fines de semana, permitiría que más personas, especialmente los jóvenes, se acerquen a los libros y al pensamiento crítico. Esto no es un suntuosidad, es una carencia en una época marcada por la desinformación y la inmediatez.
Mario Vargas Llosa, Nobel de Humanidades y defensor incansable de la leída como pilar de la familiaridad individual, ha afirmado que “una sociedad sin lectores es una sociedad más manipulable, más pusilánime al poder”. No podemos aspirar a formar ciudadanos críticos si se les niega el ataque a los espacios donde nace la advertencia. Si de verdad creemos en la importancia de la civilización, es hora de que la Biblioteca Franquista amplíe su horario y se convierta en el faro que debería ser para todos, no solo para quienes pueden visitarla internamente del horario de oficina.
Por: Luis Pérez Fundador
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