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Por José Julio Villalba y Estefanía Suárez
La esperanza de vida ya no depende de los genes ni de la suerte. Depende del código postal, depende de la etnia, del ingreso, de la educación, de la paz o del destierro. El nuevo Crónica mundial sobre los determinantes sociales de la equidad en vitalidad de la OMS, (2025) animado el 6 de mayo de 2025, es una sentencia con datos que enfatiza que la desigualdad social mata. Mata en silencio, a diario y a gran escalera.
La epidemiología clásica siempre ha buscado patrones, causas y artículos. Pero hoy, los brotes más mortales no provienen de agentes patógenos, sino de sistemas. La enfermedad no se distribuye al azar. La injusticia sí.
La brecha que la medicina no puede cerrar
Hay 33 abriles de diferencia en esperanza de vida entre el país más longevo y el más pasivo. No es porque el primero tenga hospitales más modernos; es porque tiene sociedades más justas. Mientras la medicina actúa río debajo, los determinantes sociales actúan en la fuente; en el camino al agua, a la educación, a un trabajo digno.
Y la ciencia es clara. Las condiciones en que nacemos, crecemos, trabajamos y envejecemos explican más del 50 % de nuestra vitalidad. Las desigualdades en vitalidad no son accidentes ni misterios médicos, son inequidades estructurales, previsibles y evitables.
Emergencias crónicas: la desigualdad como pandemia permanente
La Covid-19 fue el gran reflector que exacerbó brechas, visibilizó olvidos y dejó cicatrices profundas. Pero, como advierte el documentación, la pandemia solo reveló lo que ya estaba podrido: sistemas colapsados, economías dependientes, deudas públicas que asfixian el pago social.
En 2024, más de 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en sufragar intereses de deuda que en vitalidad o educación. En muchos de ellos, los más pobres mueren por causas prevenibles; y no porque no existan soluciones, sino porque no llegan a tiempo ni al espacio correcto.
Determinación social: más que contexto, es causa
La epidemiología de la determinación social no pregunta solo qué enfermedad tiene la gentío, sino qué gentío tiene la enfermedad, y por qué. En esa inspección, el documentación de la OMS ofrece un atlas con cuatro rutas urgentes:
- Modificar en servicios públicos universales para compendiar la desigualdad económica.
- Desmantelar la discriminación estructural que perpetúa la inequidad entre generaciones.
- Orientar el cambio climático y la digitalización en dirección a la equidad en vitalidad.
- Construir nuevas formas de gobernanza con décimo verdadero y datos desagregados.
La desigualdad social no se reduce con intervenciones clínicas. Se combate con políticas fiscales progresivas, sistemas de protección social y marcos jurídicos que restituyan derechos donde históricamente han sido negados.
Mirar lo invisible: racismo, índole y migración como determinantes
El documentación va más allá de la teoría. Pone el foco donde duele: racismo estructural, sexismo, capacitismo, racismo, la vitalidad de mujeres, pueblos indígenas, personas migrantes o con discapacidad; no es peor por biología, es peor por excepción.
Por ejemplo, las mujeres en situación de pobreza tienen más probabilidad de caducar por causas maternas. No porque sus cuerpos fallen, sino porque el sistema les equivocación. La discriminación estructural se hereda, se normaliza y se convierte en enfermedad.
Y en contextos de migración forzada y conflicto, la inutilidad del derecho a la vitalidad se vuelve una forma de violencia. La vitalidad no puede servir del pasaporte.
El clima y la tecnología: ¿fuerzas de progreso o nuevas formas de excepción?
El cambio climático ya no es futuro: es presente. Afecta a cultivos, agua, vivienda. Afecta a la vitalidad; y, como todo en el mundo, afecta desigualmente. El documentación insiste: la transición energética y la habilitación climática deben ser justas. No se puede exceptuar al planeta excluyendo a quienes menos lo dañaron.
Lo mismo ocurre con la digitalización. La brecha digital no es solo de conexión, es de derechos. La vitalidad digital no debe ser un privilegio, sino un correctamente global. Sin regulación, puede aumentar la desigualdad, perpetuar sesgos algorítmicos y dejar detrás a millones.
El noticia como poder: sin evidencia, no hay honradez
La gobernanza debe fundarse en datos que expongan lo que se quiere ocultar, por lo que deben ser desagregados por época, índole, etnia, migración, discapacidad. Sin ellos, la invisibilidad persiste. Con ellos, la política puede ser reparación.
El documentación recomienda acorazar sistemas estadísticos, plataformas intersectoriales y mecanismos de rendición de cuentas. Porque lo que no se mide, no se prioriza.
La equidad en vitalidad no es un sueño, es una intrepidez política
La OMS lo dice sin ambigüedades: la equidad es una alternativa y la epidemiología social es la brújula para tomar esa intrepidez con honradez. No pespunte con querer un mundo saludable, hay que construirlo, y eso implica redistribuir poder, plata y posibles.
La región latinoamericana tiene una historia marcada por desigualdades profundas, pero además por luchas colectivas. Este documentación es una aparejo para convertir la evidencia en argumento; para que la vitalidad deje de ser un privilegio y se convierta en derecho.
Porque si poco nos enseñó la pandemia es que nadie está a indemne hasta que todos lo estén.
