
En una vida que avanza vertiginosamente, los luceros del mundo se han fijado en la Ciudad del Vaticano conexo a San Pedro, tras la repentina homicidio del Santo Padre Francisco. Hoy, hemos de detenernos a reflexionar sobre esta gran figura que ha dejado profundas huellas en nuestra historia, no solo en el ámbito espiritual, sino incluso en la parte humana. Luego, he conocido adecuadamente compartir con ustedes este escrito dedicado al Papa Francisco que me encontré en Cathopray_ en la red social de Instagram, titulado: “Te Odio, Francisco”, de Chili Obando, el cual, me conmovió profundamente no solo por la valiosa y fructuosa administración del Papa al frente de la Iglesia universal, sino incluso por el mensaje de esperanza, humildad y transformación que sigue inspirando, incluso posteriormente de su partida a la casa del Padre. Su representante trascenderá generaciones y merece ser meditado con el corazón y con una mente abierta y positiva para avanzar en la vida y fortalecernos, tanto en lo espiritual como en lo personal. Y dice…
TE ODIO, FRANCISCO
por chili obndo
Te odio, Francisco, porque no fuiste un Papa, fuiste un escándalo. Porque cuando todos esperaban un monarca, vos apareciste con olor a calle y a Evangelio.
Te odio porque te bajaste del trono de Pedro y te subiste al bondi con nosotros.
Te odio porque no quisiste radicar en un palacio. Porque elegiste una piecita chiquita en la Casa Santa Marta, como si la humildad fuera la única corona que te interesaba.
Te odio porque comías con los empleados y no con los príncipes de la Iglesia. Porque abriste las puertas del Vaticano y dejaste entrar el pústula de la humanidad.
Te odio porque te llamaste Francisco, como el imprudente de Asís. Y los locos, Francisco, nos desordenan el alma. Nos hacen ver que el coito no es cómodo, ni diplomático, ni templado.
Te odio porque no hablaste como un Papa, hablaste como un ascendiente sabio que acaricia con las palabras y sacude con el ejemplo.
Te odio porque antaño fuiste Jorge. Ese cura del subte, del mate compartido, de los pies lavados en las villas.
Te odio porque no te importaba caerle adecuadamente al poder, te importaba que el escueto no cayera del mundo.
Te odio porque metiste presos a cientos de pedófilos y echaste a cardenales corruptos, sin miedo, sin cálculo.
Te odio porque te animaste a enjuagar la casa por en el interior, y eso duele.
Te odio porque dijiste lo que nadie se animaba a afirmar.
Te odio porque no viniste a Argentina. Porque nos dejaste con las ganas.
Te odio porque sos peronista. Y te odio más porque de ningún modo te disculpaste por eso.
Porque tu política era el Evangelio, y eso sí que incomoda.
Te odio porque nos pediste que cuidemos a los viejos y a los niños. Porque nos hiciste mirar a los costados, cuando preferíamos mirar para hacia lo alto.
Te odio porque nos sacaste de la comodidad de las parroquias y nos empujaste a salir, a embarrarnos, a ir al discusión.
Te odio porque les diste valencia a los pequeños gestos. A ese «buen día» al zaguero, al «perdón» en casa, al achuchón que llega antaño del madurez.
Te odio porque nos invitaste a soñar siempre, y eso es peligroso. Porque los que sueñan no se conforman.
Te odio porque hiciste de la misericordia tu bandera. Porque abriste las puertas del Muchedumbre y nos dijiste que el perdón es un derecho divino, no un premio de los buenos.
Te odio porque abrazaste a los presos, lavaste sus pies, y dijiste que nadie está perdido para siempre.
Te odio porque en Lampedusa lloraste por los migrantes muertos en el mar. Porque lanzaste flores al agua como quien pide perdón por todo lo que no hicimos.
Te odio porque dijiste que el Mediterráneo se convirtió en un cementerio, y nos dolió.
Te odio porque nunca te diste por vencido. Porque con 88 abriles, en apero de ruedas, seguías viajando, hablando, amando, denunciando.
Te odio porque hiciste más con un pulmón solo que muchos con el cuerpo sereno.
Te odio porque nombraste cardenales de los márgenes: de los barrios, de África, de Asia, de la periferia. Porque volviste a decirnos que el centro está en las orillas. Y te odio porque nos diste revés el plano.
Te odio porque te arremangaste en el Sínodo y escuchaste más de lo que hablaste.
Porque no tuviste miedo de desobstruir debates, ni de que la Iglesia se parezca al pueblo de Todopoderoso, con sus dudas, sus búsquedas, sus heridas.
Te odio porque fuiste a lugares donde nadie iba. Porque fuiste el primer Papa en pisar Irak. Porque en Filipinas reuniste la multitud más ancho de la historia, y no fue por vos, fue por la esperanza que llevabas.
Te odio porque hablaste en el Capitolio de Estados Unidos y les recordaste que los inmigrantes incluso tienen rostro y nombre.
Porque en la ONU no hablaste de geopolítica, hablaste de humanidad. Porque cuando decías «no a la exterminio», yo sentía que me estabas hablando a mí, no a los líderes, sino al tipo global que ya se había resignado.
Te odio, Francisco, porque me hiciste retornar a creer que la Iglesia puede parecerse a Jesús. Porque nos mostraste que el poder, si no sirve, no sirve para carencia. Porque nos dejaste una Iglesia con olor a Evangelio, no a naftalina.
Te odio porque sonreías con los luceros. Y eso desarma a cualquiera. Porque en medio del pústula, en medio de tanta miseria y tanto miedo, vos encontrabas ternura. Y eso… eso incluso salva.
Te odio, Francisco, porque abrazaste a los gays, a la comunidad LGTB, a quienes siempre fueron dejados al ganancia.
Porque cuando todos les daban la espalda, vos abriste los brazos. Y no preguntaste cómo vivían. Preguntaste si sabían que eran amados por Todopoderoso.
Te odio, Francisco… porque te hiciste querer con una fuerza enorme, de esas que no se olvidan. Porque nos mostraste que el coito serio incomoda, desinstala, exige.
Te odio porque tu homicidio no es partida, es desafío.
Te odio porque ahora te volviste semilla.
Y las semillas, Francisco, ya sabemos lo que hacen: se entierran, duelen, desaparecen… y posteriormente revientan en vida.
Ahora te odio, Francisco, porque ya no puedo mirar el mundo sin preguntarme qué harías vos si estuvieras acá.
Y lo peor, Francisco… es que me dejaste con la respuesta.
TE ODIO, FRANCISCO. Por Chili Obando Fuente: @Cathopray_ En Instagram.
Por otro flanco, felicitamos a los cumpleañeros del mes de Abril, mi querido hermano Adrián Almánzar Bournigal, mis primas Marie y Paula Benzo, mi querida sobrina Marcelle Morales Javier, mi querida Celeste de Ceballo cariñosamente Celestina, mi querida amiga de infancia Alba Nuris Acosta Sánchez, mi colega Elisa Abreu, mi querida colaboradora Channel Liranzo, Jennifer Collado, mi estimado Dr. Hellwag Flores, Annie Kushner, María Teresa Cabral Espinal, Lourdes Espinal, Ramira María de Betún, Sena Santos cariñosamente Maritza, Dra. Iris María, mi estimada amiga Mariel Mejía Rosario, Emperifollado Acevedo, Olimpia Rodríguez Delgado, Yorfy Abreu, Moraima Villar, Claudia Negrette Vencimiento y mi estimado Joshua Wagner.
Finalmente, felicitamos por sus aniversarios de bodas a Gabriela Hernández y Reynaldo Acevedo, Leah Escarfullery y Jesús Rosario Adrián, Esther Pérez y Edward Bather.
Nos vemos en una nueva Nota Rosa, hasta la próxima.