
Yotin Pérez | Foto: Fuente externa
En los últimos abriles, se ha observado un aumento preocupante en la promoción de tratamientos hormonales “bioidénticos”, presentados como esquemas personalizados para restaurar el inmovilidad hormonal, la energía, la sexualidad y el bienestar emocional de la mujer. Estas terapias, comúnmente ofrecidas en forma de implantes subcutáneos, se comercializan bajo la promesa de ser naturales, seguros y libres de existencias secundarios. Sin incautación, detrás de esta novelística de bienestar se esconde una maña alejada de la endocrinología basada en evidencia y de la ética ginecológica moderna.
¿Qué significa efectivamente “bioidéntico”?
El término “bioidéntico” hace remisión a hormonas cuya estructura molecular es idéntica a la de las hormonas humanas. Estradiol, progesterona y testosterona pueden fabricarse a partir de fuentes vegetales como la soya o el ñame. El problema no es la bioidenticidad molecular, sino el uso clínico que se les da en contextos no regulados, con combinaciones improvisadas, sin aprobación oficial y sin respaldo de guías médicas confiables.
Los llamados “protocolos personalizados” que incluyen gestrinona, testosterona, oxitocina, NADH y otras sustancias, se aplican generalmente en forma de implantes subcutáneos que liberan hormonas durante semanas o meses. En muchos casos, estas formulaciones provienen de farmacias de compuestos sin control estandarizado, y son aplicadas sin una indicación clínica clara, sin evaluación endocrinológica rigurosa ni seguimiento adecuado.
Medicina personalizada, medicina sin evidencia.
La verdadera medicina personalizada parte de un dictamen clínico, una evaluación endocrina integral y el uso de tratamientos aprobados bajo estricta vigilancia. La endocrinología y la ginecopatía tienen protocolos perfectamente definidos para tratar condiciones como menopausia, síndrome de ovario poliquístico, disfunción sexual femenina o trastornos menstruales.
En cambio, muchas de las llamadas terapias bioidénticas no reguladas:
- Mezclan fármacos sin energía conjunta.
- Emplean vías de delegación no reversibles.
- Utilizan dosis supra fisiológicas sin cálculo endocrinológico.
- Ignoran las contraindicaciones y factores de peligro individuales.
- No siguen protocolos de seguimiento laboratorial ni clínico.
Riesgos reales, beneficios dudosos
Múltiples sociedades científicas, como la Endocrine Society, la North American Menopause Society (NAMS) y el American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG), han apto sobre los existencias adversos del uso indiscriminado de estas terapias. Entre los principales se encuentran:
- Sangrados uterinos anormales
- Hiperplasia endometrial con atipia
- Peligro aumentado de cáncer endometrial o mamario
- Virilización (hirsutismo, acné, alopecia, voz moribundo)
- Trastornos del humor, insomnio, irritabilidad
- Alteraciones del perfil lipídico, HTA, disfunción hepática
- Peligro trombótico y cardiovascular
- Supresión del eje hipotálamo-hipófisis-ovario
Y lo más preocupante: muchas de estas mujeres son pacientes sanas, sin indicaciones reales para terapia hormonal, que son inducidas a iniciar un protocolo por fines estéticos o comerciales.
Casos clínicos que obligan a la advertencia
Caso 1.
Paciente de 47 abriles, con menopausia desde hace dos abriles, se sometió a un protocolo con implante subcutáneo de gestrinona, testosterona, oxitocina y NADH. Tres meses posteriormente, presentó metrorragias intermitentes. La ecografía mostró un engrosamiento endometrial de 12 mm, y la biopsia reportó hiperplasia con atipia. Se indicó histerectomía total como medida preventiva frente a el detención peligro de transformación maligna.
Caso 2.
Mujer de 42 abriles sin informes relevantes, recibió implantes hormonales “antiaging” para mejorar su ánimo. Al segundo mes presentó sangría constante, anemia y dolor pélvico. La evaluación reveló endometrio irregular y miomas submucosos previamente asintomáticos que se descompensaron. Fue necesario legrado evacuador y suspensión inmediata del esquema.
Uno y otro casos tienen en global la desaparición de una indicación clara, la desidia de seguimiento endocrinológico y la utilización de hormonas combinadas sin control profesional adecuado.
El consentimiento no es excusa
Uno de los argumentos más utilizados para discurrir estos esquemas es que “la paciente firmó un consentimiento informado”. Sin incautación, el consentimiento no exime al profesional de su responsabilidad médica. No se puede consentir aquello que no ha sido debidamente explicado, ni aceptar riesgos que no están científicamente cuantificados. Firmar no legitima el uso de protocolos sin energía.
La ética médica debe imponerse sobre el marketing
Promocionar estas terapias con frases como “rejuvenecimiento hormonal”, “restauración bioquímica” o “bienestar celular” sin respaldo clínico, es una forma de manipulación que aprovecha la vulnerabilidad de muchas mujeres. La medicina no puede ceder a la estética ni al negocio.
La función de un médico no es complacer modas, sino proteger la salubridad de la paciente, predisponer riesgos innecesarios y aplicar tratamientos con cojín científica.
Consejo final
Las hormonas no son cosméticos. Son herramientas potentes que deben utilizarse con criterio, evidencia y responsabilidad. La ginecopatía y la endocrinología deben unirse para poner límites a esta maña creciente de intervenciones hormonales sin aval, y devolverle a la terapia hormonal su efectivo rol: el de mejorar la calidad de vida de quienes efectivamente la necesitan.
Lo personalizado no puede ser equivalente de improvisado. Y lo bioidéntico no significa inofensivo.
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