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Por Javier Fuentes
La política dominicana avanza con algunos precandidatos del PRM y de la competición alrededor de el 2028, sin parada y sin desvío manifiesto.
Pero no pespunte con mirar el tren en movimiento; hay que preguntar alrededor de dónde va y quién en realidad lo conduce. ¿Vamos alrededor de un nuevo ciclo de poder o alrededor de el derrumbe silencioso de las estructuras que hoy gobiernan?
La primera pregunta es obvia, pero incómoda: ¿puede una alianza entre Fuerza del Pueblo, PLD y partidos menores ganarle al PRM?
Quizás proponer que sí sea un caterva sencillo. Pero antaño hay que mirar dos escenarios: si Luis Abinader es candidato o si no lo es. Y es en esa cruce donde se traza el destino político del país en 2028.
Si Abinader no encabeza la invitación, ¿quién puede cargar con el peso de la trofeo o derrota? David Collado, Carolina Mejía, Raquel Peña, Guido Gómez Mazara, Wellington Arnaud, Yayo Lovatón… Hay nombres, sí. Pero ¿hay votos? ¿Hay estructura? ¿Hay escasez verdadero de poder o solo vanidad vestida de aspiración?
Y viene otra pregunta aún más espinosa: ¿qué hará Hipólito Mejía? ¿Se mantendrá como patriarca silencioso o volverá a mover fichas como en el 2012? ¿Guido jugará solo? ¿David esperará o se lanzará al malogrado sin red? ¿Carolina cruzará la raya del patronímico a la candidatura? ¿Raquel Peña demora el mango? ¿ Tendrá Wellington dirigencia o marketing? ¿ Yayo barrios sin municipios? ¿Vendrá la insurrección de los sargentos, tenientes y coroneles, o esos cuadros medios que no están dispuestos a ver caducar el poder en casa?
Esas preguntas son los rieles del Tren.
En cambio la competición, mientras tanto, huele el rumbo.
Leonel Fernández y Danilo Medina —enemigos históricos y aliados tácticos— saben que su última oportunidad de influir pasa por el 2028.
Y José Frank Peña Guaba, presidente del BIS, en cinco primaveras cansado de ser competición se lo está diciendo.
Aunque además discuten que entre FP/PLD uno terminará de un boca’o con el otro.
Si logran unir fuerzas sin desangrarse en la carretera, pueden construir una novelística de retorno, “imparcialidad social y orden perdido” que seduzca al votante indeciso. La maquinaria para engrasar está ahí .
Pero la amenaza más seria para el PRM no está fuera. Está internamente. El egoísmo, el fuego cruzado y la descuido de un sucesor con carisma doméstico pueden implosionar la existencia oficialista. Aquí no se comercio de tener un candidato; se comercio de tener un nombre que no fracture el partido, que unifique los intereses y que pueda cargar el esquema Abinader sin parecer una mala copia.
Y si Luis decidiera retornar —sí, con reforma constitucional incluida— ¿quién tendría el valía de frenarlo? ¿La ética? ¿El Tribunal Constitucional? ¿La historia? Abinader no ha legado señales claras, pero en política las señales se fabrican. El país ha cambiado, pero el poder no, su esencia es adictiva.
¿Y si cree el presidente que sin él, todo se cae y debe martirizar la clan por sustentar la honorabilidad y la transparencia en el país?
Los números apuntan a que, sin Luis, la alianza FP/PLD tendría entre un 60% y un 70% de probabilidad de obtener, si la disciplina prevalece.
Lo trascendente de todo este examen es que si Abinader regresa, la romana se inclina al PRM con un 65% y 70% a su distinción.
Pero en entreambos casos, nadie está protegido.
La política es tan frágil como la voluntad de un comité político dividido.
En los territorios esencia, el Sur profundo, Santo Domingo Este y Santiago pueden ser trincheras de resistor o territorios conquistados. Aquí, más que encuestas, pesan las emociones, las alianzas locales, las heridas no cerradas y las promesas rotas. Si se articulan acertadamente, podrían dar sorpresa en algunos lugares. La política particular es traicionera. Y la competición lo sabe.
Siquiera hay que subestimar ese 4% del voto ideológico, disperso en la nostalgia de izquierda, que aunque no define, grita, presiona, activa, milita, editorializa. Son pocos en votos, pero ruidosos en redes, cátedras, medios y calles. Y cuando el rumbo sopla alrededor de el cambio, ese 4% puede ser la chispa.
¿Habrá una sucesión ordenada en el PRM o veremos una exterminio de egos? ¿Quién se atreverá a decirle al presidente que no puede retornar? ¿Y si vuelve, quién lo sigue con fidelidad y quién se aparta con resentimiento?
En política el poder no se hereda: se arrebata.
Y ahí está la gran verdad incómoda; sin Abinader, el PRM es un ejército con muchos rangos, pero sin militar. La competición lo sabe. Y si juegan acertadamente sus cartas, pueden conquistar el relato y quizá además el poder.
El 2028 no será una referéndum más. Será un ajuste de cuentas.
Les presento estas preguntas.
¿Puede una alianza opositora ganarle al PRM?
¿Puede el PRM partirse en dos antaño de ascender al 2028?
¿Tiene el país estómago para otra reforma constitucional o está dispuesto a entregarse al mejor narrador?
Lo que está claro es que, de postularse Abinader, el PRM aseguraría la trofeo.
¡Bueno! Solo le dejé las preguntas del examen.
¡Concluya usted!
Porque al final, ya se sabrá si el ego domina la existencia.
