
Jairo González se desahoga: Hoy cumplo un año más de vida, y no es cualquier cumpleaños. Es un recordatorio de que sigo de pie, dando la cara, caminando con la frente en suspensión. Emprendí, soñé en ancho, trabajé duro. Pero aprendí que cuando emprendes y poco sale mal, no todos quieren entender. La mayoría no pregunta, no audición… simplemente juzga. Y te aplastan. Te señalan. Te reducen a un titular, a un chisme, a una mentira vírico.
He sido criticado, difamado y traicionado. Me han querido destruir sin conocer ni el 10% de mi historia. Pero sigo aquí. No me escondí. No corrí. Di la cara y sigo dándola. Como un hombre. Como un batallador.
No estoy hablando desde la cima, aún estoy en el proceso. Enfrentando lo que tenga que enredar. Pero lo hago con dignidad, con entereza, y con la convicción de que la verdad, tarde o temprano, siempre sale a la luz.
A quienes se burlaron, a quienes me dieron la espalda, a quienes usaron mi nombre para favorecer su odio: gracias. Porque sin darse cuenta, me hicieron más válido. Me obligaron a reencontrarme con mi esencia.
Hoy no celebro perfección. Celebro resiliencia. Celebro que sigo de pie, que sigo creyendo, y que aún con heridas… mi corazón no ha dejado de pulsar con propósito.
Y sobre todo, doy gracias a Todopoderoso, mi creador, mi fuerza, mi refugio. Porque en medio del fuego, Él ha sido mi paz. Porque cuando todo falló, Él me sostuvo.
“Den gracias a Todopoderoso en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.”
(1 Tesalonicenses 5:18)
La reconocimiento ha sido mi áncora, mi escudo, y parte de mi éxito. Hoy agradezco, no solo lo bueno, sino incluso las batallas… porque en ellas fue donde encontré mi verdadera fortaleza.
Este nuevo año no es una meta alcanzada, es un paso firme alrededor de mi redención. Y aunque el proceso no ha terminado, tengo poco que muchos han perdido: paz con mi conciencia, y la fuerza para seguir caminando.