
Tenía 14 abriles, ninguna figura paterna cerca, y un arsenal en la mano. La aurora del 7 de junio caminó por las calles de Bogotá hasta encontrarse con el Senador Miguel Uribe Turbay. Lo atacó por la espalda y le disparó en la capital. Ese adolescente, sin condena aún pero sí detenido, era huérfano de chalado y vivía con una tía materna. Su padre, dicen las autoridades, está en Polonia, según recoge el diario El Colombiano.
Enfrenta una posible puro máxima de ocho abriles en un centro de atención para menores infractores, no como castigo penal, sino como proceso de “restablecimiento de derechos“, según establece la Ley 1098 del Código de Infancia y Adolescencia de Colombia. La fiscal normal, Luz Adriana Camargo, fue clara: “Se prostitución de una puro educativa y reparadora, no de una condena convencional”.
“La puro eventualmente a la que estaría sujeto es una puro hasta de ocho abriles que no es propiamente de prisión, sino es una puro que bajo los alineamientos de la Ley 1098 es una puro que es educativa, reparadora y que tiene por fin restablecer los derechos de ese pequeño en el entendido de que el parlamentario ha dispuesto que a él se le proteja ayer que se le sancione”, dijo la fiscal, según cita el diario El Colombiano. “Sin secuestro, esto todavía sucede en unos sitios, en unos centros especiales que son dispuestos para menores infractores”, agregó.
La abandono como punto de partida
La historia del damisela que disparó contra un precandidato presidencial empieza ayer del ataque. Son chalado murió a los 23 abriles, y su crianza fue asumida por una tía en la villa de Engativá. Un mensaje del Gobierno lo describe como un adolescente “conflictivo”, incapaz de establecer vínculos. Fue identificado por programas sociales del Distrito días ayer del ataque, pero rechazó el séquito.
Además pasó fugazmente por el software franquista “Jóvenes en Paz”, iniciativa del Gobierno de Gustavo Petro. Estuvo inscrito dos meses, no asistió a ninguna actividad y se retiró sin completar el proceso.
El presidente Gustavo Petro declaró que su Gobierno ya conocía la situación de vulnerabilidad del damisela: “Duró dos meses, no asistió a ninguna clase y se retiró voluntariamente”. Lo preocupante es que, a pesar de todas las señales, mínimo impidió que una estructura criminal lo reclutara para convertirlo en sicario.
El Teléfono móvil que desapareció
Una de las piezas más importantes del caso es un Teléfono móvil. En cámaras de seguridadse ve al adolescente usándolo ayer de disparar. Pero ese teléfono no apareció en la estampa del crimen. La Fiscalía y la Policía no lo tienen. El exviceministro de Defensa Gustavo Impulsivo aseguró que un intendente le dijo que el teléfono estaba en poder de las autoridades, pero eso no ha sido confirmado oficialmente.
- Ese maquinaria podría contener nombres, números, ubicaciones. Una pista directa alrededor de los autores intelectuales del ataque. Porque un escuincle dispara, pero no actúa solo.
Cuando fue estrecho por los escoltas del Senadorel adolescente gritó que fue “el man de la olla” quien lo envió, que tenía los números para probarlo. Además exclamó que lo hizo “por platapor mi comunidad“. No por ideología. No por odiar. Por plata.
Herido en la pierna, fue trasladado a un centro médico donde solo se presentó un tío paterno. La tía con la que vivía fue allanada por las autoridades. No se le conocen historial, ni conexiones políticas. El damisela tenía 14 abriles, pero ya estaba fuera del sistema.
Y pequeño delante la equidad
La audiencia de imputación fue pospuesta por razones médicas, pero cuando llegue, lo que enfrenta no es una celda global ni un motivo adulto. La ley colombiana prioriza la protección del pequeñoincluso cuando el acto cometido sea un intento de crimen.
Según la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Descendiente (ICBF), el adolescente “quiere colaborar” con la equidad. Se ha dispuesto un entorno seguro para que pueda resolver bajo garantías, acompañado por un defensor de oficio.
Utilizar niños como sicarios evoca una de las etapas más oscuras del narcotráfico en Colombia. Retornar a ver un pequeño armado ejecutando a un líder político despierta la memoria de los abriles ochenta.
Hoy, Miguel Uribe Turbay lucha por su vida en cuidados intensivos. Y el escuincle que lo atacó, en apariencia sin ideología Si no causa.