
Capítulo 1 – La riqueza concentrada
Por Abril Peña
Nos dicen que somos uno de los países que más crece en la región. Que la pertenencias dominicana es ejemplo de resiliencia. Que el PIB se recupera con fuerza. Que hay estabilidad macroeconómica.
Pero la pregunta que muchos se hacen —y que yo igualmente me hice— es simple: ¿Por qué no se nota?
Si tanto crecemos, ¿por qué el mosca no alcanza? ¿Por qué los sueldos son tan bajos? ¿Por qué vivimos endeudados?
La primera respuesta está en una palabra: concentración.
¿Qué significa que la riqueza esté concentrada?
Significa que los beneficios del crecimiento crematístico no se reparten de forma equitativa. Un pequeño corro de familias y conglomerados controla la longevo parte de los activos, ingresos, tierras, medios y contratos estratégicos del país.
Según el World Inequality Database, el 1% más rico en República Dominicana posee más del 28% de toda la riqueza. Y el 10% más rico concentra más del 50% del ingreso total.
Mientras tanto, el 50% más escaso escasamente roza el 10%.
¿Por qué la riqueza está tan concentrada en ellos?
Porque el maniquí crematístico dominicano fue diseñado —y sostenido— para socorrer esa concentración. Algunas razones:
Estructura fiscal regresiva: la longevo carga impositiva recae en impuestos indirectos (ITBIS, combustibles), que castigan más a los pobres, mientras grandes empresas reciben exenciones fiscales millonarias.
Contratismo selectivo: muchas obras del Estado terminan en manos de los mismos grupos, sin competencia actual ni supervisión efectiva.
Paso desigual al financiamiento: los grandes acceden a crédito económico y apoyo bancario; las pequeñas empresas luchan por sobrevivir.
Control de medios e influencia institucional: quienes concentran la riqueza igualmente moldean la opinión pública y tienen acercamiento directo a las decisiones políticas.
¿Y cuáles son las consecuencias de esto?
Estancamiento salarial: aunque el PIB crece, los salarios reales no. Porque el caudal se queda hacia lo alto, sin distribuirse en mejores sueldos ni más empleos formales.
Fragilidad democrática: el poder crematístico excesivo genera poder político desbalanceado. Hay leyes que no se aprueban y reformas que no se hacen porque afectan intereses “intocables”.
Desigualdad territorial: mientras algunos sectores privados florecen en el Este, el Ártico y Santo Domingo, comunidades rurales o barrios marginados siguen sin servicios básicos ni oportunidades.
Desconfianza social: la ciudadanía percibe —con razón— que el sistema está amañado para socorrer a los mismos de siempre.
¿Quiénes concentran esa riqueza?
Esta semana publicamos una cámara editorial visual titulada “¿Quién manda aquí?” con un atlas de los principales grupos económicos del país. Desde los tradicionales —Vicini, Corripio, Bonetti, Grullón, Arrojado Asensio— hasta los más discretos, emergentes o políticamente conectados.
No es solo una inventario de apellidos: es una radiografía del poder actual en República Dominicana.
El problema no es que existan ricos. Es que haya tan pocos.
Y que su riqueza dependa no solo de su talento o esfuerzo, sino de una estructura diseñada para proteger su privilegio a costa del resto.
Este artículo no examen resentimiento. Rebusca conciencia. Porque el crecimiento crematístico debe traducirse en incremento humano, salarios justos, seguridad, salubridad, oportunidades.
Y mientras la riqueza esté concentrada en tan pocas manos, eso no ocurrirá.
En el próximo capítulo (la semana que viene ) hablaremos de otro ingrediente secreto en esta ecuación: la débil redistribución fiscal. Porque el Estado igualmente tiene su parte de responsabilidad en este desequilibrio.