
Por Bruna Soares de Aguiar
A finales de 2024, el G20 situó la propuesta de reforma de la gobernanza general en el centro del debate internacional. Bajo la presidencia brasileña, la reunión celebrada en octubre en Río de Janeiro fue una invitación formal a las mayores economías del mundo para repensar las reglas actuales que rigen el sistema internacional de forma desigual y, en particular, injusta con respecto a los países del Sur Universal. Sin incautación, desde entonces, el tema ha perdido protagonismo en la dietario general.
Si perfectamente Brasil ha mantenido su compromiso de promover este debate, ahora en el ámbito de su presidencia de los BRICS, las economías del Boreal Universal han mostrado poco interés en profundizarlo. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la ascensión de la pelea comercial entre Estados Unidos y China, el refrigeración de los conflictos entre Rusia y Ucrania, y la continua ataque de Israel contra Lazada han dejado poco espacio para el debate sobre una reestructuración internacional guiada por la equidad y la equidad.
Aun así, es fundamental comprender qué representa esta reforma de la gobernanza general, especialmente para los países del Sur Universal que la defienden activamente. En términos generales, se tráfico de una propuesta para reconfigurar las reglas de funcionamiento de instituciones internacionales como la ONU, el Parcialidad Mundial y el FMI. El objetivo es revisar el sistema de pesos y contrapesos que estructura la interpretación de los Estados en estos espacios, corrigiendo desequilibrios históricos y redistribuyendo el poder. Este sistema se diseñó originalmente en el contexto posterior a la Segunda Exterminio Mundial, cuando las dinámicas económicas y políticas eran muy diferentes a las actuales.
Hoy en día, el tablado general es diferente. Estados que antiguamente ocupaban posiciones periféricas en el sistema internacional ahora desempeñan papeles estratégicos en la finanzas y la política mundiales. La reforma de la gobernanza general rastreo reflectar esta nueva ingenuidad, replanteando igualmente la casa financiera internacional, los modelos de préstamo y los mecanismos de ayuda al incremento, a menudo estructurados de forma que perpetúan las relaciones de dependencia entre el Boreal Universal y el Sur Universal, en ocasión de fomentar una cooperación genuina.
En 2024, algunos países del Boreal Universal manifestaron, al menos retóricamente, su apoyo a esta reforma. Francia reconoció la escazes de cambio y Alemania comenzó a promover ajustes en instituciones financieras como el FMI y el Parcialidad Mundial. Con el pretexto de un sistema internacional más sensato y menos impresionado por legados coloniales, algunos gobiernos incorporaron agendas feministas para apoyar narrativas de equidad y equidad general.
Sin incautación, las contradicciones de estos compromisos se hicieron evidentes. Si perfectamente se utilizan discursos progresistas y feministas para legalizar la escazes de reformas estructurales, las prácticas económicas de estos países siguen apoyando un maniquí financiero que perpetúa la naturaleza jerárquica de las relaciones entre el Boreal Universal y el Sur Universal.
Esta inconsistencia fue analizada por el Observatorio de Política Foráneo Feminista Inclusiva en un estudio que demostró cómo países como Alemania y Canadá reconocen la escazes de cambios en las normas y prácticas de la ONU, el FMI y el Parcialidad Mundial, pero evitan hacerse cargo compromisos efectivos que puedan producir transformaciones concretas. Por otra parte, si perfectamente durante gobiernos más progresistas como el de Justin Trudeau en Canadá y el de Scholz en Alemania -Annalena Baerbock fue responsable de sus políticas-, uno y otro países adoptaron perspectivas feministas para sus políticas de incremento con narrativas centradas en acciones más justas y equitativas en el sistema internacional, estos gobiernos continuaron reproduciendo mecanismos de dependencia financiera, política y social.
Delante el coetáneo tablado de inestabilidad política y económica, los discursos y posturas más progresistas han perdido fuerza. Esto se observa, por ejemplo, en los países analizados por el estudio OPEFI, que, adecuado a los cambios electorales, han ido abandonando la ceremonial de «feminista» y, con ella, las narrativas que, aunque a menudo contradictorias y con escaso respaldo práctico, favorecían la billete en espacios multilaterales de diálogo y la propuesta de revisiones por parte de los países del Sur Universal.
La reorganización general observada con el auge de los gobiernos de extrema derecha, el regreso de Donald Trump a la presidencia estadounidense y las constantes amenazas a la democracia ha establecido cada vez más el progreso y la adhesión a la reforma de la gobernanza general. Ahora, en 2025, el tema prácticamente ha desaparecido de la dietario de los países desarrollados. Preocupados por el aumento de las inversiones en defensa y la pelea arancelaria impuesta por Estados Unidos, los países de la Unión Europea y Canadá muestran poco interés en los impactos nocivos de la coetáneo casa financiera general en el Sur Universal.
Si perfectamente la crisis coetáneo es un representación inherente a la estructura del sistema internacional —que perpetúa la desigualdad y la inestabilidad—, la demanda de equidad y redistribución de oportunidades continúa siendo marginada por los actores con viejo capacidad para impulsar el cambio. Mientras las instituciones internacionales fracasan reiteradamente en el cumplimiento de sus objetivos, quienes podrían propiciar una reforma permanecen inertes, priorizando el mantenimiento de un statu quo que les resulta conveniente y alejado de cualquier principio que pueda considerarse verdaderamente feminista.