
El contexto geopolítico presente, caracterizado por la fragmentación de cadenas de suministro y la relocalización de industrias estratégicas, incrementa la vulnerabilidad de economías como la nuestra. Frente a políticas comerciales unilaterales, los países en progreso deben alentar su capacidad de respuesta mediante inteligencia económica y diplomacia activa.
El pasado 2 de abril de 2025, a través de una orden ejecutiva, el Gobierno de Estados Unidos comunicó la implementación de nuevos aranceles ad-valorem adicionales a todas las importaciones provenientes de socios comerciales de dicha potencia norteamericana. Por lo que, desde el 5 de abril, todos los artículos importados cerca de el condado aduanero de Estados Unidos están sujetos a un derechos ad-valorem adicional del 10%.
La fresco medida del presidente Donald Trump de introducir aranceles generalizados sobre todas las importaciones cerca de Estados Unidos ha encendido las alertas en mercados emergentes en extremo dependientes del comercio con ese país. Para la República Dominicana, cuyo principal socio comercial es Estados Unidos, esta medida plantea un conjunto de desafíos fiscales, comerciales y estructurales que ameritan un prospección y entusiasmo inmediata.
Para entrar un poco en contexto, durante su campaña presidencial para 2024, Donald Trump reiteró su intención de adoptar un enfoque proteccionista más agresivo en materia de comercio extranjero. Esta política rebusca, desde la perspectiva de la EEUU, incentivar el consumo interno de productos estadounidenses y achicar el cargo comercial, aunque su implementación podría tener enseres colaterales negativos sobre países aliados y socios estratégicos, como la República Dominicana.
Sectores como el de dispositivos médicos, uno de los principales productos de exportación en zonas francas, podría enemistar afectaciones directas, considerando que muchas empresas operan bajo esquemas de maquila y valía adherido menguado, donde la competitividad de precios es determinante. Todavía podrían estar afectados los encadenamientos productivos con pymes locales, que proveen servicios logísticos, empaque o mantenimiento a las grandes exportadoras.
En República Dominicana, los sectores que podrían tener una anciano afectación por estas medida son las Zonas Francas, ya que más del 70% de su producción se destina al mercado estadounidense, especialmente productos textiles y dispositivos médicos. Por lo que, un derechos del 10% los obliga a analizar su estructura de precios y márgenes. Así mismo, rubros como el riña, el banano orgánico o el tabaco podrían enemistar desventajas competitivas frente a países que mantengan acuerdos preferenciales sin aranceles. La manufactura recinto, aunque menos expuesta, podría sufrir por la interrupción de cadenas de suministro, si los aranceles afectan a materias primas importadas desde EE. UU.
Así mismo, estos nuevos aranceles podrían crear enseres directos e indirectos sobre la heredad recinto, como, por ejemplo, la caída en las exportaciones, ya que una disminución en la competitividad podría achicar los volúmenes exportados. De igual forma, podría crear una distorsión de precios relativos, ya que la imposición de aranceles podría trasladarse al consumidor estadounidense, afectando la demanda de productos dominicanos, y obligando a empresas locales a encargarse una parte del impacto vía descuentos o reducción de márgenes.
En el ámbito del Tratado de Vacuo Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA), los países miembros han activado en ocasiones los mecanismos de decisión de controversias previstos en el acuerdo. Esto abre la posibilidad para la República Dominicana de articular una defensa jurídica y comercial, en caso de comprobarse que la imposición de los nuevos aranceles viola las disposiciones pactadas. Adicionalmente, podría considerarse una logística regional conjunta que refuerce la posición negociadora del coalición frente a medidas unilaterales.
El DR-CAFTA, firmado en el año 2004, garantiza el emancipado comercio de la mayoría de los productos sin aranceles en gran parte del intercambio regional. No obstante, la imposición de un derechos generalizado como medida personal podría colocarse fuera del ámbito del acuerdo, lo que abriría la posibilidad de controversias o renegociaciones.
Algunas recomendaciones de política y logística franquista son las de establecer observatorios de comercio internacional que permitan monitorear en tiempo verdadero las decisiones normativas secreto en Estados Unidos y su potencial impacto. Otras, son las de fomentar programas de capacitación para exportadores sobre la diversificación de mercados y requisitos técnicos de comunicación. Otro punto importante a ser considerado es el apoyo a sectores exportadores vulnerables, para solucionar su aclimatación delante cambios de entorno.
Ahora, más que nunca, es importante, proteger la diplomacia comercial dominicana, tanto sinalagmático como multilateral, para anticipar y mitigar decisiones unilaterales, así como revisar los tratados vigentes y realizar prospección de nuevos acuerdos estratégicos.
La situación invita a una consejo profunda sobre la pobreza de reconfigurar el maniquí exportador dominicano, pasando de una deducción de dependencia a una visión de inserción inteligente y resiliente en la heredad mundial. El futuro exige preparación técnica, vinculación institucional y visión estratégica de generoso plazo. El futuro del comercio extranjero dominicano dependerá, en gran medida, de su capacidad de adaptarse, innovar y proteger sus relaciones económicas.—La autora es Socia de Impuestos y Servicios Legales, Deloitte República Dominicana