
Cada 16 de junio se celebra el Día Internacional de las Remesas Familiaresuna vencimiento que nos invita a reflexionar sobre el impacto que tienen estas transferencias en los países receptores. Para la República Dominicana, las remesas no solo representan una conexión emocional, económica y social con la diáspora, sino que se han convertido en un pilar fundamental de nuestra heredad y una utensilio poderosa para el avance.
En 2024, el país recibió 10,756 millones de dólares en remesas, equivalentes al 9% del Producto Interno Bruto (PIB). En los primeros cuatro meses de 2025, las remesas ya suman 3,917 millones de dólares, un crecimiento del 12% respecto al mismo período del año susodicho, a pesar de la incertidumbre integral generada por los aranceles impuestos por Estados Unidos y la desaceleración económica de ese país. De hecho, el 85% de las más de 34 millones de transacciones formales que llegaron al país en 2024 provino de condado estadounidense.
Puede interpretar: ¡Nuevo aparición para el CDES!
Las cifras hablan por sí solas. Las remesas familiares representaron el 78% del total de las exportaciones del país y el 98% de los ingresos por turismo durante 2024. Por otra parte, constituyen cerca de una cuarta parte de todas las divisas que ingresan a la heredad dominicana, ayudando de guisa significativa a estrechar el débito en la cuenta corriente de la peso de pagos.
Se estima que unos 400 mil hogares dominicanos —el 12% del total— reciben remesas, con una distribución que varía entre el 8% de los hogares más pobres y el 14% en los sectores de mayores ingresos. Este patrón revela un peculiaridad distintivo de nuestra diáspora: quienes emigran no son necesariamente los más pobres, sino quienes cuentan con ciertas capacidades y posibles previos.
El monto promedio por transacción ronda los 264 dólares, lo que equivale al 57% del costo de la canasta básica para el quintil de menores ingresos. Cerca del 60% de las remesas se reciben en dólares y casi el 80% se canaliza a través de empresas remesadoras. Reportes publicados por el Empleo de Pertenencias, Planificación y Exposición, demuestran que las remesas contribuyen a la reducción de la pobreza monetaria en un 8%.
No obstante, aún persisten desafíos. El costo promedio por transacción asciende al 7.3%, según el Mesa Mundial. Una eventual aprobación del impuesto del 3.5% a las remesas por parte del Congreso de Estados Unidos podría aumentar aún más los envíos.
Achicar estos costos es prioritario si se quiere alcanzar la meta del 3% establecida en los Objetivos de Exposición Sostenible al año 2030. Incluso una disminución de un solo punto porcentual en los costos de emisión implicaría más de 100 millones de dólares adicionales para el caso dominicano.
Más allá de cubrir gastos familiares o cambiar en intereses raíces, las remesas tienen un enorme potencial para contribuir al avance locorregional, si se canalizan con destino a actividades productivas. Para ello, es crucial fomentar la inclusión financiera de los migrantes y sus familias, así como impulsar la digitalización y las soluciones tecnológicas. En este ámbito, las fintech pueden apostar un rol esencia.
El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (2018) insta a los gobiernos a crear mecanismos que promuevan la inversión de los remitentes en sus comunidades de origen. Las remesas pueden convertirse en una fuente importante para mejorar la adaptabilidad de los hogares vulnerables en presencia de los crecientes choques climáticos.
Es momento de que el Estado, el sector privado y las organizaciones sociales construyan alianzas sólidas para rendir el potencial de las remesas como catalizador del avance en el condado. Es fundamental integrarlas en una visión estratégica de país y convertirlas en un motor de inclusión social, resiliencia y bienestar para los hogares dominicanos.