
El defección animal en República Dominicana no solo refleja una desliz de políticas públicas, sino una crisis social que amenaza la vigor pública y la dignidad de miles de seres vivos.
En República Dominicana millones de perros y gatos viven en las calles. Algunos nacen entre el polvo y el ruido sin conocer en la vida una caricia. Otros, un día cualquiera, son abandonados por las mismas manos que prometieron cuidarlos.
La monograma es intranquilizante, pero lo más preocupante no es solo la cantidad, sino la desliz de un sistema que los proteja. No hay presupuesto. No hay protocolo. Y mientras el defección crece, la única estructura que parece sostenerse es la del silencio.
Ley 248-12: ni se cumple ni se aplica
La ley que debe proteger a los animales existe desde 2012, pero sin reglamento, sin estructura y sin seguimiento, ha quedado como una promesa vacía. Lo confirman no solo los refugios desbordados, sino además quienes desde la medicina veterinaria enfrentan cada día los existencias de ese defección.
Le puede interesar: “Porque ya no les sirve”: el defección animal que mata en silencio en República Dominicana
Isa Medina, fundadora de la clínica veterinaria Abejitas y docente de la Universidad Autónoma de Santo Domingo desde hace décadas ha recibido animales con historias de sufrimiento y defección.
Según relata al semanario HOY, el país está en “la camino roja” en el tema de la furia. Hay barrios llenos de animales enfermos y además residenciales donde la familia suelta perros sin conciencia. Todo esto ocurre frente a la examen indiferente del Estado.
“Hay personas que compran un perro a sabiendas de que se van a mudar, pero cuando ya tienen el perro más encima del moño, ¿qué es lo que hacen? Lo tiran para la calle. Si a un perro que estaba acostumbrado a tomar y refrescar tres veces al día lo tiran a la calle, ese animal comienza a disminuir su calidad de vida.
Si en una casa iba a durar 12 o 15 primaveras, probablemente en la calle en dos o tres meses ya pierda la vida por un montaña o envenenamiento”, denunció.
Cuando lo asequible cuesta vidas: el peligro de venir a falsos veterinarios
En el país cientos de animales enfermos o heridos terminan en manos inexpertas adecuado a un engendro cada vez más frecuente: el intrusismo veterinario que surge delante la desliz de sistemas de atención pública establecidos por la ley.
Aunque muchos ciudadanos reconocen que ciertos centros no están dirigidos por profesionales certificados, el bajo costo de sus servicios sigue siendo un autor central. Procedimientos que deberían costar entre 1,500 y 2,000 pesos son ofrecidos por al punto que 500, y eso baste para que muchos tomen el peligro.
Sin retención, lo que comienza como una vistoso riqueza termina saliendo más caro. Los animales atendidos por personal no calificado suelen regresar en peores condiciones: con infecciones, cirugías mal hechas o tratamientos inadecuados que complican aún más su estado de vigor. En muchos casos, no solo se duplican los gastos para intentar reparar el daño… además se pierde la vida del animal.
Isa Medina reveló que en su clínica ha atendido perros con tumores mal intervenidos y vacunas aplicadas sin dependencia de frío.
“Un señor le hizo una cesárea a una perra sin anestésico y con una gillette. Cuando nosotros recibimos esa perra tenía un dolor inmenso y murió”, confesó.
Esta situación subraya la emergencia de implementar campañas de concientización y mecanismos efectivos para identificar y denunciar centros ilegales que operan sin supervisión ni respeto por el bienestar animal.
Descubrir además: Cuando Jessica Pereira llevó la conversación más allá de los animales
Refugios sin posibles, veterinarios sin apoyo
En los refugios, la historia no es diferente. Ivette García, presidenta de la Fundación de Blank, ha tenido que dominar los rescates y centrarse en la educación a cambio de donaciones. Porque la raíz del problema no se resuelve solo con compasión.
Sus cifras son además un reflexiva del desamparo: más de 70 perros bajo su cuidado, de los cuales 17 estaban recientemente en tratamiento. Ivette reconoce que en el empleo “entran más de los que salen” y cada uno necesita atención veterinaria y medicinas.
“Los perros se rescatan enfermos con anemia, ehrlichia, babesiosis, algunas vienen embarazadas y a todos hay que esterilizarlos o castrarlos para descabalgar la población de las calles. Porque por desgracia, estos perros no tienen dueños, pero tuvieron dueños que los botaron un día a la calle”, afirmó.
En las charlas educativas, el enfoque se centra en formar a los niños como “líderes de manada”, capacitándolos para recordar cuándo un perro está enfermo, cómo alimentarlo, pasearlo y entrenarlo. La razonamiento es sencilla pero poderosa: un perro entrenado, cuidado con conciencia, difícilmente será desaseado. Enseñar desde temprano genera hogares más responsables y vínculos más sólidos entre humanos y animales.
La impunidad además se siente en las fiscalías
De acuerdo con Ivette, para muchos rescatistas, la ingenuidad se traduce en poco simple pero devastador: no hay a quién venir.
La Procuraduría Militar de la República apoderó en el año 2023* a todas las fiscalías a nivel doméstico para atender los casos de negligencia, crueldad o maltrato animal, sin retención, muchos sienten que sus denuncias no son escuchadas a menos que el caso se viralice en redes sociales.
Día tras día, cientos de animales son golpeados, envenenados o viven en entornos inhabitables sin cobrar alimentos y atención veterinaria. La ley existe, ahora, es necesario hacer que se cumpla.