RD: un país escueto gobernado como rico | AlMomento.net

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El autor reside en Nueva York

Inclusión

En muchas economías en crecimiento, los gobiernos recurren al endeudamiento para sostener una clase media basada en consumo y crédito, no en crecimiento productivo. La República Dominicana no es la excepción.

En este artículo analizaremos someramente las implicaciones económicas y políticas de dicha praxis, subrayando cómo esta logística, aunque seductora a corto plazo, profundiza las debilidades estructurales del país con el paso del tiempo.

Crecimiento financiado con deuda

Durante las últimas décadas, República Dominicana ha mostrado cifras económicas aparentemente positivas. No obstante, gran parte del crecimiento proviene del endeudamiento interno y forastero el cual se ha incrementado en los últimos primaveras.

En 2024, la deuda consolidada del sector manifiesto no financiero superó los 50 mil millones de dólares, equivalente al 60 % del PIB doméstico, según el Servicio de Hacienda.

La clase media del “tarjetazo”

Muchos dominicanos mantienen niveles de consumo por encima de sus ingresos reales, pagando regularmente con tarjetas de crédito. Se establece un círculo vicioso donde el suscripción intrascendente de una maleable se cubre con otra deuda adicional.

Este maniquí, basado más en apariencias que en estabilidad económica, evidencia la fragilidad financiera que afecta a numerosas familias dominicanas.

Primero muertos que sencillos

A espaldas quedaron las fondas populares como Blanquiní, Marisol o Constelación, accesibles para la mayoría. Ahora predominan restaurantes exclusivos, con menús caros, cortes exóticos y vinos importados, con buen maridaje, Tempranillo si es cordero, Malbec si churrasco o Cabernet Savignon o Pinot Noir si Filete Mignon, todo muy aceptablemente pronunciado, pues con esto de la inteligencia químico con un clic, nos hacemos expertos gourmets de forma inmediata.

Hay que destacar que estos pedidos se hacen en voz reincorporación para que los escuchen los comensales de las mesas circundantes.  ¡Echar vainas,  como dicen  por aquí! Este cambio refleja cómo el consumo ostentoso ha desplazado costumbres más sostenibles y ajustadas a la sinceridad financiera, alterando la identidad cultural y económica dominicana.

Dependencia crediticia

El crédito claro impulsa una clase media en extremo endeudada: más del 70 % de los hogares urbanos tienen alguna deuda, destinando hasta el 40 % de sus ingresos a préstamos.

Según encuestas del Tira Central, esta dependencia limita severamente el economía, reduce la inversión llano y genera una constante inestabilidad financiera.

Aventura de crisis sistémica

El consumo basado en crédito y no en producción expone al país a shocks externos. Incrementos en tasas de interés, caídas del turismo o las remesas, crisis globales pueden colapsar fácilmente este frágil seguridad.

Durante la pandemia de COVID-19, el endeudamiento aumentó más de 10 puntos porcentuales del PIB en solo dos primaveras.

Persistencia de la desigualdad

A pesar de la expansión de resorts, centros comerciales, ropas de marca y lujosas torres residenciales, la pobreza estructural persiste. Según la CEPAL, muchos dominicanos aún viven con menos de 5,5 dólares diarios.

El maniquí contemporáneo beneficia a una clase media químico sin asegurar una redistribución efectiva de la riqueza ni mejoras tangibles en la calidad de vida.

Empleos frágiles e informales

El 58 % de los trabajadores dominicanos opera en la informalidad, según datos de la OIT. Estos empleos carecen de convenio, seguridad social y estabilidad.

Aunque se fomenta un parada consumo, la desidia de ingresos estables obliga a muchas familias a subordinarse aún más del crédito, vulnerando delante crisis económicas repentinas.

Desaparición de economía y previsión

La desidia de políticas que promuevan una reserva económica mantiene a las clases medias vulnerables frente a emergencias médicas, desempleo o inflación.

Sin civilización de economía ni incentivos fiscales claros, las familias viven en constante aventura de caer en pobreza, sostenidas sólo por un bienestar patente alimentado por endeudamientos.

Consecuencias políticas y populismo

Manejar con préstamos brinda resultados inmediatos y réditos electorales, pero sin reformas estructurales, genera inestabilidad política.

La frustración delante la precariedad provoca protestas, crisis de legalidad y encumbramiento del populismo y pseudos líderes, perpetuando soluciones improvisadas que ignoran los problemas fundamentales del país.

Prioridades distorsionadas

En puesto de financiar sectores claves para el crecimiento sostenible y movilidad social, el sistema financiero dominicano, incluyendo al estatal Tira de Reservas, prioriza préstamos para vehículos de fastuosidad.

En contraste, escasean iniciativas para fomentar la agroindustria, la educación o la innovación tecnológica, áreas esenciales para un crecimiento financiero sólido y consecuentemente, el anhelado crecimiento

NO dejes para mañana lo que puedes hacer hoy

La civilización del inmediatismo fomenta decisiones impulsivas basadas en el consumo rápido y crédito claro. Es global que ciudadanos adquieran vehículos caros mediante préstamos a extenso plazo, reflejando una clase media definida por apariencias y no por estabilidad financiera.

Este estilo de vida, aunque atractivo inicialmente, lleva al endeudamiento insostenible y fragilidad económica. Pero, ¿Para qué esperar, si la apariencia puede comprarse en cuotas?

La carga se arregla en el camino

La idea de que “la carga se arregla en el camino” se convierte entonces en un credo doméstico. Sin confiscación, esa ruta frecuentemente conduce al sobre endeudamiento, la informalidad gremial y la fragilidad económica y finalmente la bancarrota, porque un transporte, separadamente de costoso mantenimiento, van depreciándose hasta que llega el momento que no admite más reparaciones y hay que sustituirlo por uno nuevo y comienza otra vez el ciclo.

Conclusión:

Riqueza patente, pobreza estructural.

República Dominicana enfrenta el dilema de una patente prosperidad sostenida por deuda e informalidad. La clase media contemporáneo es fruto de un espejismo financiero, no del trabajo formal ni del economía.

Es imperativo orientar políticas públicas con destino a la gestación vivo de riqueza, reducción de desigualdades e inversión efectiva en sectores productivos y MIPYMES.

Carlosmccoyguzman@gmail.com

Jpm-am

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