
El desplome del techo de la discoteca Jet Set, ocurrido el 8 de abril y que cobró la vida de más de 200 personas, provocó un duelo franquista en República Dominicana. Entre los rostros del dolor, uno llamó poderosamente la atención: el del presidente Luis Abinader, quien, en medio del duelo colectivo, se quebró en lloro.
Ese seña —tan íntimo como poderoso— ha sido interpretado por muchos como una muestra de su costado más humano. No fue una reacción calculada ni política.
Fue un reflexiva del dolor existente por la pérdida de al menos 12 personas cercanas, entre ellas su amiga Nelsy Cruz, exgobernadora de Montecristi; Eduardo Guarionex Fortuna, hijo del senador Eduardo Fortuna; y Alexandra Grullón, hija de Alejandro Grullón y Melba Segura, una grupo muy cercana al mandatario.

El presidente lloró el mismo día del siniestro, abrazando a los familiares de las víctimas. Sus lágrimas no fueron solo por quienes conocía personalmente, sino incluso por el peso emocional de una nación herida.
Igualmente puede percibir: ¿Quién dijo que los profesionales de la vitalidad no se enferman? Psiquiatras comentan reproche de Soldado Heredia al director del COE
“El presidente está impactado. Tenía relaciones primarias con quienes fallecieron. Se quebró, lloró y expresó su impotencia. Es una demostración de lo que es: un ser humano. Tiene sus debilidades y las demostró”, expresó el doctor José Miguel Gómez.

El lloro del presidente simboliza lo que miles sienten: que, incluso en las más altas esferas del poder, hay dolor, duelo e impotencia. Y que a veces, sentir no es un signo de afición, sino de conexión profunda con la tragedia de su pueblo.
Síguenos en nuestras redes sociales como publicación