
El añejo mal de la privatización de los espacios públicos, sobre todo de tramos de calles, ha vuelto sobre el tapete por la escasez de estacionamientos y las remodelaciones que se realizan en algunos sectores.
Aunque la apropiación de los espacios ha generado confrontaciones, el Junta del Distrito Franquista, el Intrant y la Digesett poco hacen para arruinar con el desorden.
Colmados, lavanderías, restaurantes y cualquier establecimiento restringe el estacionamiento frente al negocio a través de la colocación de conos o algún otro objeto.
Lo mismo hace una horda de parqueadores diseminada por toda la ciudad con los espacios alrededores de las oficinas públicas, plazas, centros de diversión y en la Zona Colonial.
El Intrant dijo en una ocasión que emprendería una campaña para aplicar la ley, pero no pasó del intento.
La Digesett está más preocupada por las intersecciones que en los estacionamientos en áreas prohibidas y las alarmantes violaciones de la Ley de Tránsito.
Los conductores, que tienen que cargar con una suerte de peaje, son los que sufren la ineficiencia sobre el caos en que se ha convertido el tránsito en una ciudad en que los agentes reemplazan a los semáforos inteligentes, empeorando el tráfico de vehículos, y comerciantes y parqueadores se apropian de los espacios con la decano impunidad.
Tratándose de males que vienen de añejo cuesta entender a qué se debe la inercia de las autoridades. Si el negocio de las calles no se ha enfrentado es porque no se ha querido.