
Por Abril Peña
El presidente ha puesto sobre la mesa una propuesta tan necesaria como espinosa: dominicanizar la mano de obra en el sector construcción, un rubro que durante décadas ha dependido masivamente de trabajadores haitianos, muchos de ellos en condiciones irregulares. Sin incautación, el problema no es solo migratorio. Es más profundo: tiene raíces culturales, económicas y técnicas que no pueden ignorarse.
Una civilización de informalidad que pesa
En República Dominicana, la civilización de la informalidad está arraigada. Para muchos trabajadores, enrolarse en una obra representa perder el control sobre su tiempo, hacerse cargo cargas laborales sin garantías, y peor aún, terminar atrapados en un sistema de seguridad social que muchas veces los perjudica.


Por eso, delante la opción de manejar un motoconcho, entregar productos de catálogo o sobrevivir con “lo suyo” en la patrimonio informal, el dominicano promedio prefiere evitar el trabajo formal en la construcción, aunque gane menos o trabaje más horas.
Las trabas no son menores:
La formalización puede significar perder bonos sociales vitales. El mecanismo de escalamiento en la TSS penaliza a quienes trabajan por obra o por días, al exigir contribuciones como si recibieran un salario fijo mensual. Los jornales son inestables, los accidentes comunes, y los beneficios mínimos.
En este contexto, la informalidad no es poltronería: es una valor racional delante un sistema que no protege ni incentiva.
El empleador asimismo está atrapado
Del otro banda, los empresarios de la construcción enfrentan su propio dilema. Aun queriendo formalizar trabajadores:
No encuentran suficientes dominicanos dispuestos. La ley profesional y la seguridad social no se adaptan a la dialéctica de obra por tarea. Las pocas dispensas legales existentes para casos especiales no se aplican con la flexibilidad necesaria.
Por eso, una de las principales peticiones del sector es sensata:
Que la proporción 80/20 (80% mano de obra dominicana, 20% extranjera) se aplique al plan en militar y no etapa por etapa.
Es opinar, que si una obra, en todo su progreso, emplea a 1,000 trabajadores, se exija que 800 sean dominicanos, sin importar en qué grado específica trabajaron. Esto permitiría cumplir la cuota sin paralizar obras por escasez puntual de obreros calificados en tareas de inscripción exigencia física.
La consecuencia es clara: sin cambios estructurales, seguir dependiendo de mano de obra extranjera resulta no solo conveniente, sino ineludible.
¿Y si tecnificamos el sector?
Aquí está el seguro punto de inflexión. Mientras la construcción dominicana siga anclada en procesos manuales, de inscripción carga física y herido productividad, ni la dominicanización ni la formalización serán viables.
El mundo ya avanza alrededor de:
Maquinarias de mezcla, corte, bombeo y elevación. Sistemas modulares y prefabricados. Impresoras 3D de concreto capaces de construir viviendas en días.


Modernizar la construcción es posible en República Dominicana, pero requiere influencia decidida:
6 pasos esencia para variar el sector
Exonerar impuestos a la importación masiva de maquinaria de construcción. Capacitar operadores y técnicos especializados (vía INFOTEP u otros programas nacionales). Rehacer el mecanismo de escalamiento en la TSS, para no castigar a trabajadores de obra por días. Proteger temporalmente los bonos sociales para quienes ingresen a la formalidad. Incentivar cooperativas de arriendo de maquinaria, evitando que solo los grandes consorcios se beneficien. Promover nuevas mipymes de arriendo, repuestos y soporte técnico para democratizar el entrada a la modernización.
¿Dónde están ya los dominicanos?
En verdad, en muchas fases del proceso ya dominan:
Terminaciones, estucos, pintura, pisos, puertas, ventanas, plantas, ascensores, instalaciones sanitarias.


Es opinar, cuando el trabajo requiere más precisión que fuerza bruta, el dominicano dice presente. Pero si queremos que estén desde la pulvínulo, hay que cambiar el maniquí completo.
El seguro dilema
El problema no es solo migratorio, el problema es cultural, crematístico y tecnológico.
Si el sistema sigue premiando la informalidad sobre la formalización, si seguimos construyendo como en los primaveras 60, y si no hacemos atractiva y digna la formalización profesional, ninguna campaña patriótica ni ningún decreto lograrán la dominicanización positivo del sector.


La modernización es la única vía para dignificar el trabajo, robustecer el empleo franquista y variar la construcción en un motor de orgullo, no de resignación.