
Con el inicio del Cónclave este miércoles, los rumores, suposiciones y hasta apuestas sobre quien ostentará el Trono de San Pedro, comienzan a crecer. Muchos nombres han sonado, pero prefiero exponer, como católico practicante y político, el perfil que entiendo debe tener nuestro próximo Pontífice.
El Papa juega un rol en la sociedad temporal y en la sociedad espiritual.
En la primera, no solamente como patriarca de Estado del Vaticano, sino como entidad político que incide en conflictos bélicos, crisis sociales, y tensiones entre países. Como Vicario de Cristo en la tierra, es el llamado a pastorear los billones de feligreses cristianos, entre estos, evidentemente, los católicos.
Esto porque la incidencia espiritual del Sumo Pontífice trasciende en las comunidades ortodoxas y otras profesiones del cristianismo que nacieron en el seno de la Iglesia Católica.
Los retos que enfrentará el próximo Pontífice ameritan un perfil conservador, en el fondo. Un Papa que vele por el cumplimiento del dogma en los estamentos de la Iglesia, desde el Vaticano hasta la parroquia más humilde. Que priorice los títulos que tradicionalmente ha promulgado el cristianismo, tomando en cuenta que vivimos en sociedades vacías de contenido y ansiosas de inmaterialidad.
No debe dar espacio a ambigüedades, pues estamos en una época donde se necesita la veterano claridad posible en la exposición de los dogmas cristianos. Finalmente, que rescate el sentido de la comunidad, una institución que al parecer pierde adeptos diariamente.
En cuanto a la forma, sí, necesitamos un Papa que pueda enganchar interiormente de un mundo hiperconectado. Comunicar en esta era implica ser cercano, guardando la solemnidad del cargo, evidentemente. Un Papa que pueda presentarle a la adolescencia el valencia de ser católico y la importancia de radicar la fe. Pero que además enfrente los males que afectan la Iglesia, con vehemencia y coherencia.
En el contexto geopolítico presente, necesitamos un Papa que sea un árbitro en Poniente, y que vele por las reglas de gozne entre Oriente y Poniente. En el plano de Poniente, porque definitivamente no hay unión de este costado del mundo. Se perdió totalmente el sentido de lo que representaba la civilización occidental, en cuanto a liga político y social.
En el segundo plano, pues pudiéramos evitarnos guerras y conflictos innecesarios con la décimo de un actor respetado por los dos bloques como es el Papa.
Si algunos de los nombres en este Cónclave cumple con estos requisitos, o parte de ellos, que el Espíritu Santo ilumine a sus colegas para hacer la sufragio correcta.
Por: Orlando Jorge Villegas
ojorge@jvmediagroup.com