

EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.
Como cada final de mayo, acabamos de habitar un fin de semana en el que mucha parentela intenta evidenciar todo eso atún que dice comprobar por su origen. Y incluso el mercado procura “hacer su agosto en mayo”, con las madres como pretexto.
Pero esta vez, el mercado no será tema central. Más aceptablemente procuro chillar la atención sobre poco que muy probablemente sea calificado como “daño colateral” por el mercado y sus defensores “a capa y espada”. De ahí que, en una sociedad tan mercantilizada, exista la incertidumbre sobre la denominación de quienes se vuelven madres cuando quizás solo deberían serlo de muñecas.
Con todo y que cifras oficiales dan cuenta de cierto avance en el tema, el contrariedad en la adolescencia sigue siendo un mal con triste y hasta indignante incidencia en República Dominicana.
Vale rememorar que se negociación de mucho más que contrariedad de una muchacha cuando todavía ni su cuerpo ni su mente cuentan con la preparación que necesitan para que se considere habitual. Sencillamente, el contrariedad en la adolescencia es una manufactura de pobreza.
Y no me refiero exclusivamente a pobreza material. Regularmente, un contrariedad en esa etapa se traduce en trastorno para la vida de la jovencita, la de su comunidad, (aunque en beocio medida) para la vida del embarazador y su comunidad, y como si faltara más, trastorna la vida de un ser humano que llega al mundo sin ser deseado (si es que logra pasar los intentos de impedirlo, luego de contar con la información de que “viene en camino”).
Según la Oficina Franquista de Estadística, “en el tercer trimestre del año 2024 ocurrieron 4,745 embarazos en adolescentes”. Destaca la entidad oficial una reducción de 16.74% con respecto al tercer trimestre del año 2023. De todos modos, es un malestar que tocó la vida de casi diez mil familias dominicanas en tres meses.
Estamos hablando de familias que tuvieron que afrontar cambios relacionados con sanidad, peculio y relaciones sociales de algunos y probablemente de todos sus miembros.
Esa publicación de la ONE no entra en detalles referidos a la cantidad de embarazos como resultados de violaciones, mucho menos la cantidad que resultó de violación por parte de algún amigo, vecino o sencillo de la pupila o jovencita.
Siquiera refiere la cantidad de embarazos en adolescentes que probablemente fueron azuzadas por familias que ven en ellas “la oportunidad para salir a flote”, entre otras muchas realidades que caracterizan esta deprimente expresión de subdesarrollo.
Lo actual y triste, por otra parte de indignante, es que nuestro país sigue atrapado en un ciclo donde el contrariedad temprano multiplica la desigualdad, reduce oportunidades y encadena a generaciones enteras a seguir viviendo en la marginalidad. Para entenderlo, solo hay que “ponerse en los zapatos” de las familias de 585 niñas con edades entre 11 y 14 primaveras que se convirtieron en madres durante el período citado.
Al tercer trimestre del año 2024, Elías Piña era la provincia con longevo porcentaje de embarazos en adolescentes. Las cinco más afectadas por este mal las completan Montecristi, Peravia, Pedernales y Dajabón.
Pero lo vergonzoso en graduación extremo es que la antigüedad promedio de los hombres que embarazan a adolescentes es de 25.13 primaveras. Sencillo: cierto que sí sabe lo que está haciendo se aprovecha de cierto que termina “agarrando el tizón por lo prendí’o”.
Preguntas
¿Qué está pasando? ¿Por qué no avanzamos con longevo prontitud en la opción de este problema? ¿Necesitamos readecuar las políticas públicas que lo abordan? ¿Necesitamos un enfoque más integral? ¿Está cumpliendo su rol la educación? ¿Lo están haciendo las iglesias? Y los medios de comunicación, ¿están ayudando? ¿A qué ayudan? ¿Qué rol está jugando la empresa en este tema? ¿Seguiremos distraídos o entenderemos la urgente exigencia de “poner manos a la obra”?
Si de verdad queremos romper esta sujeción, no baste con estadísticas alentadoras: se requiere hecho integral, sostenida y articulada entre todos los sectores sociales, con la comunidad en el centro.
Si se tratara de tu hija o de cierto que a ti te duela, ¿por cuál nombre la llamarías? ¿Preferirías decirle origen, madrecita o víctima?
info@nestorestevez.com
Jpm-am
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