
En los últimos primaveras, el verbo “emprender” se ha convertido en una especie de cliché. Se usa con trivialidad en discursos, talleres y publicaciones motivacionales, como si simplemente “emprender” fuera correspondiente de crear riqueza, ser desenvuelto o alcanzar el éxito. Pero no lo es. Emprender no es un destino. Es escasamente un punto de partida. Y si te quedas en el punto de partida, terminarás girando en círculos.
Hoy me atrevo a decirlo con firmeza: no emprendas. Crea una empresa.
Sé que puede sonar provocador. Pero si lo analizamos aceptablemente, tiene más sentido del que parece. La palabra “emprender” ha sido tan romantizada que muchos se conforman con el título de “emprendedor”, aunque su negocio no tenga estructura, sus ventas sean esporádicas y sus finanzas sean un desorden. Venden, pero no saben si ganan. Tienen ideas, pero no las convierten en sistemas. Tienen clientes, pero no construyen marca. Y lo más inquietante: trabajan más que nunca, sin crear verdadera rentabilidad.
Emprender no baste
Emprender es importante, sí. Es el inicio. Es el paso fuerte de atreverse a hacer poco por cuenta propia. Pero si ese impulso no se convierte en una empresa verdadero, con visión, procesos, metas y equipo, no hay crecimiento sostenible. Lo que hay es autoempleo. Y el autoempleo, sin estructura empresarial, es solo una canariera disfrazada de independencia.
Muchos emprendedores creen que tener un RNC o una cuenta de Instagram con logo baste para afirmar que tienen una empresa.
Pero tener una empresa no es solo tener un nombre registrado. Es tener un maniquí de negocio claro, flujos de caja controlados, un producto o servicio escalable, y sobre todo, una mentalidad orientada a la construcción de valencia a dispendioso plazo.
¿Cuál es la diferencia entre emprender y crear una empresa?
Emprender es exhalar una idea, probar un concepto, tantear el mercado. Es la escalón positivo. Necesaria, sí. Pero limitada.
Crear una empresa implica formalizar, sistematizar, delegar, resquilar. Es suceder del entusiasmo al profesionalismo. Es
dejar de pensar como quien sobrevive vendiendo, para pensar como quien construye un comisionado financiero.
- El emprendedor piensa en la próxima saldo. El patrón piensa en el próximo año fiscal.
- El emprendedor lo hace todo. El patrón construye equipos.
- • El emprendedor sobrevive. El patrón diseña un sistema para crecer sin destruirse en el proceso.
El costo de quedarse solo emprendiendo
En República Dominicana, como en muchos países de América Latina, miles de personas “emprenden” cada año. Pero muy pocas logran consolidarse como empresas reales. ¿Por qué? Porque no pasan del impulso al diseño. No crean estructuras. No entienden la importancia del registro formal, de los procesos operativos, de la logística financiera y del liderazgo organizacional.
Muchos se quejan de la desatiendo de apoyo estatal, de los impuestos, de la competencia desleal. Y sí, todo eso influye. Pero la verdad incómoda es que la mayoría fracasa no por el entorno, sino por la desatiendo de visión empresarial. No planifican. No se forman. No escuchan. No delegan. Y se aferran a un maniquí artesanal que nunca escalará.
El problema no es emprender. Es quedarse solo en eso.
¿Qué implica crear una empresa?
1. Formalizacia: Registrarte, cumplir con las normativas fiscales, laborales y legales. No para complicarte, sino para abrirte a oportunidades reales de crecimiento y financiamiento.
2. Táctica: Especificar un maniquí de negocio rentable, sostenible y escalable. No baste con traicionar poco que “funcione”. Hay que tener una hoja de ruta, metas medibles y diferenciación clara.
3. Procesos: Sistematizar. Que no todo dependa de ti. Que el negocio funcione aun cuando tú no estás.
4. Equipo: Instruirse a liderar, a formar personas, a delegar con inteligencia. Ninguna empresa excelso se construyó en soledad.
5. Brand: Construir identidad, reputación, comunidad. Ser recordado no solo por lo que vendes, sino por el impacto que causas y la condición que suples.
6. Administración financiera: Arrostrar control verdadero de ingresos, gastos, márgenes, inversión, retorno. El peculio no se improvisa.
7. Mentalidad empresarial: Instruirse, desaprender, adaptarte, innovar. No aferrarte al “yo siempre lo he hecho así”.
La novelística debe cambiar
Necesitamos cambiar la novelística del plan como acto romántico, heroico y solitario, y comenzar a verlo como un proceso que debe granar. No baste con “hacer lo que te apasiona” o “ser tu propio cabecilla”. Hay que profesionalizar la pasión y instruirse a ser un buen cabecilla, incluso para ti mismo.
En IDONE, Instituto Dominicano de Negocios y Plan, lo vemos a diario. Jóvenes con ideas brillantes, mujeres con talento, profesionales con escasez de avanzar… pero sin estructura. Por eso insistimos: no baste con motivarlos a emprender. Hay que formarlos para que creen empresas.
Porque el país no necesita más “emprendedores en Instagram”. Necesita empresas reales que generen empleos, que paguen impuestos, que aporten soluciones, que duren más allá de su creador. Empresas que fortalezcan la posesiones locorregional y que construyan futuro.
Emprender es solo el inicio. Crear una empresa es el serio duelo. Y además, la verdadera oportunidad.
Así que la próxima vez que alguno te diga que quiere emprender, respóndele con respeto, pero con claridad: “Emprender está aceptablemente… pero crear una empresa es mejor.”
El autor es Director del Instituto Dominicano de Negocios y Plan. IDONE, Conferencista Motivacional, Couching para Emprendedores Escritor. hectormlcepeda@gmail.com / 809-266-6444