
Por Abril Peña
Cada 12 de abril el mundo conmemora el Día Internacional de los Niños en Situación de Calle. En República Dominicana, esta plazo pasa casi inadvertida. No hay pancartas, ni discursos, ni políticas nuevas. Y sin secuestro, cada día, cientos de menores sobreviven como pueden entre semáforos, aceras y ruinas, condenados por un sistema que los invisibiliza antaño incluso de darles un nombre.
En las principales avenidas del país, especialmente en zonas como el Distrito Doméstico, Santiago y algunos municipios fronterizos, se repite una panorama global: niños y adolescentes en las calles, trabajando o pidiendo caridad. Algunos limpian cristales, venden dulces o simplemente mendigan. Pero detrás de cada uno de esos menores hay una historia marcada por la pobreza, la violencia casero, la desidia de protección estatal y, en muchos casos, la migración irregular.
Factores que empujan a la calle
La presencia de menores en las calles argumenta a múltiples causas estructurales. Entre las principales:
Pobreza extrema: muchas familias no pueden satisfacer las deposición básicas de sus hijos, por lo que algunos menores trabajan en la calle para contribuir al sustento casero. Violencia intrafamiliar: maltratos físicos, psicológicos y abusos sexuales obligan a algunos niños a huir de sus hogares. En muchos casos, perciben la calle como un extensión más seguro que sus propias casas. Desintegración casero: hogares monoparentales, desgobierno o situaciones de negligencia agravan el aventura. Abandono de documentos de identidad: más del 20% de los niños de 0 a 5 primaveras carecen de registro civil, lo que limita su llegada a servicios básicos como la educación o la atención médica. Migración irregular: muchos menores en situación de calle son de procedencia haitiana. Un noticia del 2024 reveló que el 54% de los niños rescatados en operativos recientes eran haitianos, muchos sin escolta ni documentación válida.
Riesgos y vulnerabilidades
La vida en la calle expone a los menores a condiciones sumamente peligrosas:
Explotación sindical: trabajan largas horas por muy poco moneda, sin ninguna protección. Alcaldada sexual y físico: muchos sufren violencia por parte de adultos en la calle o en entornos donde se refugian. Negociación y tráfico de personas: al no tener supervisión ni identidad constitucional, son blancos fáciles para redes criminales. Consumo de drogas: en búsqueda de alivio emocional o por presión del entorno, algunos menores terminan consumiendo sustancias. Desnutrición y enfermedades: la desidia de víveres adecuada, agua potable y llegada a lozanía es constante. Estigmatización y criminalización: son percibidos como una “molestia social” y muchas veces enfrentan maltrato por parte de ciudadanos o autoridades.
Respuestas institucionales
El Consejo Doméstico para la Comienzo y la Adolescencia (CONANI) ha puesto en marcha programas como el “Maniquí de Intervención para Niños, Niñas y Adolescentes en Situación de Calle”, que investigación rescatar, atender y reinsertar a estos menores. En 2022, un activo logró intervenir a 166 niños en Santo Domingo, quienes fueron trasladados a hogares de paso y recibieron atención médica, psicológica y escolta casero.
Por otra parte, el Estado ha promovido el software 14-24, una iniciativa del Salita de Política Social que ofrece capacitación técnica, educativa y apoyo psicoemocional a jóvenes entre 14 y 24 primaveras que han estado fuera del sistema escolar. Aunque este software no está dirigido exclusivamente a niños en situación de calle, funciona como una vía de reinserción para adolescentes desvinculados socialmente, algunos de los cuales han vivido en la calle o han estado en aventura de hacerlo.
Sin secuestro, los fortuna institucionales son limitados. El presupuesto asignado a CONANI no cumple con el insignificante constitucional establecido del 2% del Presupuesto Doméstico. A esto se suma la desidia de coordinación interinstitucional y la partida de un sistema doméstico de monitoreo y datos actualizados sobre la comienzo en condición de calle.
¿Y la sociedad? Peor aún.
Los vemos cada día y miramos con destino a otro banda. La mayoría los reduce a un “estorbo” en el semáforo. Hay quienes los criminalizan; otros, los romantizan como “niños valientes”. Pero muy pocos hacen poco por cambiar su verdad.
Lo que no se mide, no se resuelve
La última investigación sobre trabajo inmaduro data del 2014. No hay cifras actualizadas. No sabemos cuántos niños viven hoy en las calles. Ni cuántos mueren. Ni cuántos desaparecen. No hay censo. No hay estadísticas. No hay vergüenza.
Y mientras tanto, siguen ahí… Bajo el sol. Bajo la copia. Sin escuela. Sin futuro. Sin país que los abrace.
@Abrilpenaabreu