
El inconveniencia del corregidor de Dajabón, Santiago Riverón, al retirar por la fuerza a niños y personas sin hogar de un parque manifiesto rumbo a la frontera, incomodó a muchos. No estuvo aceptablemente lo que hizo, pero puso frente a nuestras arrojo una problemática que hemos decidido ignorar: niños —en su mayoría de origen haitiano— abandonados, en situación de calle, algunos con armas blancas, viviendo en espacios públicos sin que ninguna autoridad haga nadie positivo al respecto.
Según datos del CONANI, más de la porción de los menores intervenidos en situación de calle son de cuna haitiana. Solo entre 2023 y 2024, se rescataron al menos 496 menores, muchos de ellos dedicados a la mendicidad, el trabajo informal o expuestos a redes delincuenciales. Y eso es solo en el Gran Santo Domingo. Si extrapolamos el patrón, municipios como Dajabón, donde la presión migratoria es constante, deben cargar con un peso que el Estado impasible ha preferido ignorar.
El corregidor, aunque excedido, dice estar cansado de denunciar. Y no parece mentir. Porque ¿dónde estaba Migración? ¿Dónde está la Fiscalía de Menores? ¿Dónde está CONANI? ¿Cuál es el protocolo cuando se negociación de menores indocumentados que viven en la calle, muchos de ellos presuntamente utilizados por mafias para delinquir o profesar presión social?
Es liviana emitir juicios desde una pantalla o desde la comodidad ético de la hacienda, pero la frontera vive una efectividad distinta, una tensión diaria que combina desidia estatal, presión migratoria, criminalidad y hueco institucional.
Esto no se resuelve con gestos simbólicos ni con condenas desde el podio. Necesitamos, con necesidad, una política doméstico de manejo de menores en situación de calle, que incluya cooperación binacional, audiencia social, presencia institucional positivo, y un protocolo claro que se aplique sin pobreza de escándalos públicos.
Y sí, como país todavía necesitamos revisar de una vez por todas el Código del Último, porque en su lectura contemporáneo no avala ni a la efectividad social ni a los desafíos criminales del siglo XXI.
De lo contrario, seguiremos reaccionando a posteriori del caos, como siempre.